A Blog Abierto


Mi primera vez

La jornada promete ser memorable. Para variar, nuestra tertulia se va a desarrollar sentados a la mesa. Que me invites a comer no es infrecuente, pero debo reconocer que siempre me sorprendes con tus gustos culinarios.
Andas trajinando en la cocina desde hace un buen rato y después de haberte acompañado con una cerveza, consciente de que no te gusta tener público mientras te afanas con las sartenes, me decido a curiosear en tu impresionante discoteca, solo comparable a la mía.
Como no podía ser de otra forma, tus preferencias musicales son exquisitas, así que tengo ante mi un gran reto. Tras varios minutos de indagación exhaustiva, fijo mis ojos en un disco de Stan Getz, el saxofonista norteamericano de Jazz fallecido en 1991, al que llamaban también ‘The Sound’, por los tonos cálidos de sus melodías. El disco en cuestión, ‘Getz for lovers’ cuenta con participaciones notables como las de Astrud Gilberto, Antonio Carlos Jobim y Joao Gilberto Quintet, entre otros. Me sugestiona al momento. Puede ser el adecuado para crear una atmósfera íntima y tranquila, que nos permita disfrutar a un tiempo de la comida y de nuestra conversación.
Coloco el disco en el reproductor, selecciono el modo continuo para que no nos tengamos que estar levantando para cambiar el disco, ajusto el sonido de los altavoces y le doy al play. Al instante, los acordes suaves nacidos de las entrañas del saxofonista, inundan la sala con sus ricas cadencias y me confirman mi primera intuición: es un buen disco, de un buen saxofonista. El Jazz es todavía una asignatura pendiente para mucha gente.
Me apoltrono en el sillón y cierro los ojos mientras dejo que la música me invada por completo. Siento las notas en el estómago y al momento las noto invadiendo todas mis vísceras.
De la cocina provienen, de tanto en tanto, sonidos atenuados de cacerolas y el ambiente comienza a perfumarse con el olor del guiso. Sea lo que sea, estará bueno.

—¿Stan Getz para Amantes? —Tu pregunta llega como desde muy lejos, pero me hace sonreír al comprobar que no estás ausente por completo.
—¡Exacto!
—Buena elección. Es uno de mis preferidos.

Sin poder evitarlo, sonrío abiertamente pero opto por no decir nada. Me sigue maravillando que tengamos tantas cosas en común. ‘Y el Jazz es una de ellas… Otra más’, me digo, al tiempo que vuelvo a cerrar los ojos y dejo que mi mente escape con las notas del saxo.


El roce de unos platos, muy cerca de mi, me arrancan del letargo en el que sin querer me había sumido. No sé cuánto tiempo ha podido pasar, pero el indicador de pistas del reproductor refleja el corte número 5, aunque pudiera ser que fuese ya la segunda vez que la reproduce.

—¡Lo siento! Creo que la culpa es del saxo… —Te digo lo primero que se me ocurre, que además es verdad.
—No te disculpes. A mi me pasa lo mismo cada vez que lo escucho. Espero que te guste lo que he preparado.

La mesa es el escaparate más apetecible que había visto últimamente. Admiro tus dotes culinarias batiendo palmas y te lanzo una mirada de satisfacción, que sé que agradecerás.
Una vez sentados, frente a frente, alzamos las copas y proclamamos nuestro habitual brindis; todo un himno para nosotros.

—¡Por los buenos amigos!

El tintineo al entrechocar las copas, despierta una vez más esa sensación conocida de plenitud y buenas energías.
Saboreo el vino despacio y te doy muestras de mi aprobación. ‘Una sabia elección’, te digo con la mirada. Dejo la copa sobre la mesa y aguardo a que hagas los honores, aunque habitualmente se estila que sea el invitado quien inicie el ataque al plato.
Durante unos minutos, nos concentramos en desplegar toda la artillería: servilleta, tenedor, cuchillo… para acabar pasando finalmente revista a los platos expuestos.
Nos decantamos primero por la ensalada, a la que no le falta ni un detalle: atún, espárragos, tomate, pimiento verde, pimiento rojo, cebolla y por supuesto la humilde lechuga, que nunca más estará tan bien acompañada. Tras condimentarla con unas pizcas de sal ‘Maldon’ de elaboración puramente artesanal, procedente de las salinas del condado de Essex, en Inglaterra, un generoso baño de ‘aceto tradizionale’, el popular y delicioso vinagre balsámico de Módena, Denominación de Origen de la región Emilia-Romagna, en la bonita Italia nororiental bañada por el Adriático y un chorreoncito de aceite de oliva de Jaén, de un color verde oscuro que invita a mojar pan, solo falta que le demos caza.
Tras una pausa para dar un sorbo de vino, un espléndido Lambrusco de la misma región italiana que el Módena, me miras brevemente y me haces una pregunta.

—¿Recuerdas tu primera vez?

He estado a punto de atragantarme con un trozo de tomate. La pregunta me ha pillado totalmente desprevenido, pero tras recuperarme, miro detenidamente la mesa y reacciono con total tranquilidad.

—Mi primera vez fue en un restaurante italiano.
—¿Ah, sí? Cuenta, cuenta… —‘Definitivamente, la curiosidad es muy humana’, pienso, aunque no te lo digo.
—Por aquellos años, yo era un adolescente ingenuo e inexperto, que soñaba con chicas todos los días, tanto dormido como despierto. Y fue en esa época cuando conocí a alguien que nunca he olvidado; alguien cuyo recuerdo me asalta invariablemente cada vez que hago repaso de mis vivencias.
»Yo sabía, supongo que porque algún locutor de radio me lo dijo, que las compañías discográficas acostumbraban a regalar las novedades que iban apareciendo a todas las emisoras, así que pensé que si también me los regalaban a mi no se iban a arruinar.
»Con esa idea grabada en la cabeza, me puse en contacto con una de esas compañías, RCA, y al exponer lo que quería me pasaron con el Director del Departamento de promoción, Pedro Heredia, que era el encargado de hacer justamente eso, dar difusión a sus discos contactando con los medios, concertando entrevistas con cantantes y haciendo que las canciones del momento sonaran a todas horas.
»El hombre se quedó literalmente a cuadros cuando le expuse el motivo de mi llamada y lo que quería que hiciera por mi, o sea, que me mandara también a mí esos discos. ¡Hay que ver las cosas que se nos ocurren cuando somos jóvenes…!
»Entonces me preguntó qué podía hacer yo por él a cambio de los discos. Y aquí es donde el que se quedó a cuadros fui yo. Así que le respondí que no tenía ni idea de lo que podía hacer por él a cambio de esos discos.
»Entonces me preguntó dónde vivía, y tras decírselo sumamente intrigado, me aseguró que iría a verme a casa uno de esos días.
»Antes de terminar la semana, en efecto, se presentó en casa con una botella dewhisky y un cartón de Winston y volvió a preguntarme qué podía hacer yo por él a cambio de lo que le había pedido.
»Yo estaba apabullado y no sabía cómo salir del atolladero, porque en verdad no creía que pudiera hacer algo para compensar el derroche de discos con el que ya llevaba días soñando, desplazando casi a las chicas.

Me tomo un respiro y atrapo un pepinillo. Me miras con curiosidad, no exenta de cierta picardía, pero me dejas hacer. Y eso hago, atacar nuevamente la ensalada. Después le doy un sorbo al Lambrusco, y prosigo.

—El hombre, se divirtió bastante con mis apuros y, tal vez compadecido, me preguntó por los títulos de las canciones que más me gustaban de todas las que sonaban cada día en la radio. Le di varios nombres, la mayoría de los cuales resultaron ser de su sello, RCA, y me propuso si sería capaz de hacerle una lista diaria de todos sus discos, a partir de las radiaciones en emisoras como Radio España, Radio Miramar o Radio Juventud. Tenía que apuntar el título y la hora, junto con el día. A final de semana, el sábado, un mensajero recogería la lista. Si lo hacía bien, tendría los discos.
»Y lo hice bien. Es verdad que las discográficas regalaban a las emisoras las novedades que iban apareciendo, pero eso implicaba que los discos debían sonar. Ese era el acuerdo, y yo me encargaría de certificar que ese pacto se cumplía, a cambio de todos los discos.
»Un par de semanas más tarde, me sorprendió todavía más al decirme que para intercambiar algunas ideas de trabajo, vendría a buscarme el fin de semana y me invitaría a comer.
»El día acordado, me recogió en casa y nos fuimos al restaurante italiano en cuestión y…
—¿Y qué? ¿Me lo vas a decir ya o no? —Te noto un poco impaciente.
—¿Decirte el qué? —Mantengo un poco más la intriga.
—¿Lo de tu primera vez? ¿No fue eso lo que te pregunté al principio?
—¡Ah, eso…! Pues allí, en el restaurante italiano. Ya te lo dije.
—¿Pero cómo? ¿Con quién…?
—¿Con quién… Qué? —Tu mirada amenaza con fundirme y casi a punto de soltar la carcajada, me decido por no atormentarte más.
—Mi primera vez… La primera vez en mi vida que comí un plato de spaghettilanzo una mirada larga a los que tengo ante mi, que has preparado según la receta del ‘pesto genovés’—, fue en ese restaurante. Aprendí a comerlos con tenedor y cuchara, como debe ser, y me parecieron un manjar de dioses.

Tu mirada estupefacta refleja una sorpresa inmensa por algo que no te esperabas. Te miro como si no comprendiera, aunque comprenda perfectamente, y componiendo un gesto inocente, te aclaro la situación.

—Como has preparado spaghetti, pensé que me preguntabas cuándo los comí por primera vez. Por cierto que, de segundo, pedimos una pizza, que también probaba por vez primera. ¡Aquel fue un día inolvidable para mi! Después vendrían cientos y cientos de discos, ganados con horas y horas de escucha paciente bolígrafo en mano, gracias a aquel hombre entrañable que murió sin que pudiera expresarle mi profundo agradecimiento, porque ya sabes, que mi desembocadura en la radio tuvo el punto de partida en los chequeos radiofónicos, encargados por ese gran amigo.

Pincho una cebolleta en vinagre y te lanzo una mirada de reojo, que me indica que ya estás más relajado y que has perdido el interés por ‘mi primera vez’. Así que alzo la copa una vez más, y entono el tradicional brindis.

¡Por los buenos amigos… Allá donde estén! ¡Por Pedro Heredia! ¡Por Jordi Estadella-Tito B. Diagonal! ¡Y por ti, que has preparado una comida deliciosa y me has invitado a realizar un nuevo viaje nostálgico por mi juventud!

El instinto me dice, que nuestra tertulia será menos profunda a partir de este momento. No tardo en comprobar que no me equivoco.

—¿Has leído lo de esa niña de doce años que ha explicado en Internet por qué los bancos se enriquecen y nosotros no?
—Sí. Victoria Grant, cuyo vídeo ha tenido en apenas dos semanas más de 400.000 visitas.
—Me parece vergonzoso que los niños sean capaces de darse cuenta y lo denuncien, lo único que pueden hacer, mientras nosotros que sí podemos hacer algo miramos para otro lado.
—En realidad son los gobiernos los que no hacen nada… Bueno, sí que hacen, les dan a los banqueros el dinero de los contribuyentes mientras a estos los fríen a impuestos. Así, los primeros son cada vez más ricos y los ciudadanos más pobres. —Como estamos viendo con el tejemaneje que se traen con Bankia, a la que un día le faltan 4.000 millones y al otro le faltan 19.000 millones más—. Y sí hay quien denuncia; Arguiñano, “el azote de los banqueros”, dijo en su programa de televisión, que «los que mueven la economía mundial son unos gángsters y unos gorileros».
“Estamos siendo timados y robados por el sistema bancario y un Gobierno cómplice”, dice Victoria, hurgando en una llaga que nos duele a todos, todos los días. No diré que ojalá estuviéramos gobernados por niños, porque la Historia está llena de casos en que los niño-gobernante se comportaron como tiranos o bien fueron mangoneados por los adultos.

Tu acertada observación, me trae a la mente una noticia sobre la entidad bancaria “de moda” estos días.

—La política y la banca van de la mano y acaban acostándose juntas. No es de extrañar que cualquier gobierno, cuando un banco tiene problemas, se desviva por arreglarlo. En el caso de Bankia, todas las cajas que la integran tienen un político por cada 50 trabajadores. O sea, 440 cargos políticos, para un total de 1.121 trabajadores. Las cajas son el cementerio de los políticos olvidados e inservibles; cuando uno ya no da la talla, se le mete en un consejo de administración, se le asigna un sueldo de vértigo y se olvidan de él; hay alguno incluso, que participa en tertulias radiofónicas, supongo que cobrando. Y cuando la caja ya no puede más, se arrima a la teta de la que mana leche abundante y a seguir chupando. Muy bien por la niña que lo ha denunciado.
—En lo que no coincido contigo, es en lo de la teta de leche abundante —me señalas con muy bien criterio, mientras voy viendo el fondo al plato de spaghetti—, no olvides que el Fondo Monetario Internacional está trabajando en un plan de ayuda a España por valor de 300.000 millones. La mayor parte, si no toda, será para los banqueros, y si después quedan unas migajas, ya veremos. Mientras tanto, el Ibex35 baja un 13% en Mayo, la prima de riesgo cierra el mes en 536 puntos, un 30% más, la salida de capitales de España llegó a los 97.100 millones hasta Marzo y los planes de pensiones perdieron en Mayo el 1,88% de su patrimonio. Verás cuando algunos jubilados echen mano a sus ahorros y se enteren de lo que no les quedan ni para pagar el IBI.

Stan Getz continúa con su particular concierto de saxo, para dos espectadores que durante unos momentos optan por guardar silencio, para dedicarse por entero a terminar con la ensalada y los demás entrantes, que nos acechan con temor esperando que de un momento a otro les clavemos el diente.
La escabechina dura poco y una vez los platos vacíos, te levantas para ir a la cocina, de la que vuelves con dos bandejas de porcelana primorosamente trabajadas a mano, con filigranas maravillosas, en las que reposan sendos pescados cuyas escamas disparan destellos de plata que deslumbran la vista.
De una rápida ojeada, averiguo que son dos ejemplares gigantes de róbalo, también conocido como lubina, a los que has guarnecido con una escolta prusiana en la que reconozco aros de cebolla, tiras de pimiento rojo, puerros, alcaparras, ajitos, rodajas de patata, una rodaja de limón y unas hojitas de menta.
A semejantes damas no se las debe hacer esperar, no sea que se enfríen, así que de mutuo acuerdo les concedemos toda nuestra atención, olvidándonos por un momento de banqueros, políticos, banqueros codiciosos, políticos corruptos…

Mientras, Stan Getz prosigue dándole al saxo, esta vez con la compañía de Astrud Gilberto.

* * *

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junio 1st, 2012 by Pascua

Matar un elefante

«Yo no sabía entonces que para matar a un elefante uno debe apuntar a una línea imaginaria que va de un oído al otro.
Como el elefante estaba de costado, yo debía haber apuntado derecho al oído, pero en realidad, apunté varias pulgadas más adelante, pensando que el cerebro estaría más adelante.
Cuando tiré del gatillo no oí el estampido de la bala ni sentí el retroceso del arma, uno nunca lo percibe cuando el disparo da en el blanco, pero sí escuché el rugido diabólico de regocijo que brotó de la multitud.
En ese instante, en un tiempo demasiado breve, uno pensaría que era pronto para que la bala le hubiera dado, pero un cambio misterioso y terrible se había producido en el elefante. Ni se movió ni cayó, pero todas las líneas de su cuerpo cambiaron. De repente se vio abatido, encogido, inmensamente viejo, como si el espantoso impacto de la bala lo hubiera paralizado sin derrumbarlo.
Por fin, después de un rato que pareció muy largo, pienso que serían quizá cinco segundos, cayó flojamente de rodillas. Se le abrió la boca babeante. Parecía que una enorme senilidad se había abatido sobre él. Cualquiera podía imaginar que tenía miles de años de edad. Disparé de nuevo al mismo lugar.
Con el segundo disparo no se derrumbó sino que se alzó con desesperada lentitud y se puso de pie débilmente, con las patas flojas y la cabeza gacha. Disparé por tercera vez. Ese fue el tiro que lo remató. Se pudo ver cómo la agonía le sacudió todo el cuerpo y les arrebató a las patas el último resto de fuerza. Pero al caer, pareció por un momento que se erguía, porque al doblarse las patas traseras semejó que se levantaba como una enorme roca que se vuelca, la trompa elevada al cielo como un árbol. Trompeteó, por primera y única vez. Y enseguida cayó, con el vientre hacia mí, con un estruendo que estremeció el suelo hasta donde yo me encontraba tendido…»

— ¿Qué estás leyendo con tanto interés?

Pero antes de que pueda responderte, porque mientras me preguntabas estabas ya leyendo por encima de mi hombro, te informas por el título de que es un ensayo de George Orwell sobre el aniquilamiento de un elefante tras varios disparos.
La desafortunada cacería de nuestro rey, Juan Carlos I, en una semana económicamente trágica que diría de auténtica Pasión, tras la Semana Santa, ha dado ya la vuelta al mundo quitándole buena parte del poco crédito que todavía le quedaba. Una sociedad consumida por el paro, las deudas y la desesperación, que parecen no tener fin, ha encendido la chispa que nunca pensé llegar a ver, cuestionando una ya de por sí debatida monarquía que pocos creen pueda servir para algo que no sea dilapidar aún más nuestro precario presupuesto. Además, los mensajes transmitidos de manera directa por una familia que cada vez tiene menos de
real, confirman las tesis de que no puede ser viable seguir por estos derroteros, toda vez que resulta harto difícil mirarnos en ellos con confianza y…

—¡No me lo digas! —sueltas de pronto, cuando asumo que ya has leído la parte del ensayo que yo he leído varias veces, sintiendo siempre al acabar un escalofrío calándome hasta los tuétanos —. Esto guarda relación con la cacería del rey, ¿no?
—¿Tú qué crees?
—Pues creo que estoy en lo cierto… Pero ya pidió perdón… y parecía sinceramente apesadumbrado por la frivolidad de su partida de caza…
—Sí, ya —con una buena carga de ironía—. “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”. ¿Qué es lo que siente? ¿En qué se ha equivocado? ¿Qué es lo que no volverá a ocurrir? ¿Matar elefantes? ¿Haberse ausentado para ir de safari mientras el país está en la bancarrota? ¿Hacer lo contrario de lo que predica…? A la vergüenza de tener que pedir perdón ante las cámaras por hacer algo que debería saber que está mal, hay que añadir además la que produce que algún experto haya analizado en los periódicos la veracidad de sus palabras, estudiando cada uno de los gestos de su rostro mientras las pronunciaba. Hasta ahora, la mayor parte de la sociedad creía sin vacilar cada mensaje de su rey… Ahora va a ser observado con microscopio, y la próxima vez no servirá de nada que pida perdón… No sé qué piensas, pero a mí se me ocurre que la sangre azul se le ha teñido de rojo de repente, confirmándonos que también los reyes están aquejados de idénticas miserias que la plebe… A veces incluso de más. Y siendo así, ¿para qué necesitamos un rey que no podemos cambiar? Al menos el gobierno lo elegimos cada cuatro años.

Me miras con perplejidad, mientras yo enarco una ceja al tiempo que espero una reflexión que no llega…, así que prosigo.

—¿No había dicho recientemente que los jóvenes en paro le quitan el sueño y había pedido a los empresarios que en estos momentos difíciles arrimaran todos el hombro? ¿Tú qué haces cuando te sucede eso, lo de perder el sueño? ¿Te vas de picos pardos o aprovechas el tiempo de insomnio para intentar encontrar una solución al problema que te preocupa? A todos nos hubiera gustado saber por los periódicos, o por el Gobierno, que nuestro rey estaba de visita por las principales plazas europeas para tranquilizar a los mercados bursátiles que se nos están comiendo los ahorros y las esperanzas… O que tenía previsto hablar con la presidenta argentina hasta convencerla de que no expropiara YPF, la filial de Repsol, evitando así crear más tensiones en los inversores y por ende en la economía mundial… O que se iba a reunir en plazo breve con las principales corporaciones mundiales para motivarlas a invertir en España creando así los necesarios puestos de trabajo que nos saquen del pozo… ¡Pero no! Su Majestad estaba de caza mayor. Eso sí, patrocinada por sus amigos que han invertido más de 30.000 euros en ella… ¿A cambio de qué?
—Desde luego, estas dádivas nunca son desinteresadas, pero recuerda que esa cacería en Botsuana es legal y según se ha dicho el viaje fue privado y por lo tanto no a cargo del erario público.
—Pero si el viaje no tiene costo alguno para las arcas públicas, ¿por qué mantenerlo en secreto? ¿Por qué aceptar regalos de índole personal cuando todavía estamos cuestionando al expresidente valenciano Francisco Camps, que tuvo que dimitir cuando le salpicó el asunto de los trajes? ¿No habíamos quedado en Navidad en que todos somos iguales ante la ley… o es que algunos son menos iguales?
—Desde luego, la vida nos muestra en ocasiones la sonrisa más descarnada… —haces el comentario acompañándolo de una sonrisa maliciosa que habla por sí sola—. Nos hemos tenido que enterar de todo por un accidente de cadera, que ha paseado por todo el mundo la imagen de un cazador victorioso en 2006, a través de una nefasta foto en la que posa ante un elefante abatido (¡otro elefante!), que se humilla tendido en el suelo, apoyado contra un árbol en el que dobla dolorosamente la trompa.
—¡Calla! No me hables de la foto… Por cierto, ¿quién la difundiría? ¡Para que te fíes de algunos amigos!



Imagen de Juan Carlos I en su cacería de 2006

—Esos no son amigos —murmuras con rabia mal contenida—, sino amigachos… muchos de ellos incluso tuvieron asuntos con la justicia. ¿Recuerdas de la gran amistad con Mario Conde o el príncipe Zourab Tchokotua, que medió para que la Diputación Provincial de Mallorca le cediera el Palacio de Marivent, y que en 1978 protagonizó una estafa inmobiliaria por la que un juzgado mallorquín ordenó su procesamiento e ingreso en prisión?
—Pues ahí tienes. A este monarca que nos ha tocado, nadie le recuerda cada día con el desayuno lo importante que es que la mujer del césar no solamente debe ser honrada, sino que también lo debe parecer. Desde luego, la pregunta que nos hacíamos todos acerca de dónde estaba el rey, mientras su nieto se recuperaba en el hospital del disparo que él mismo se hizo en el pie con una escopeta que en España está prohibida a los niños de su edad, quedó sobradamente contestada con su oportuna rotura de cadera.
—La verdad es que no entiendo que alguien que vio morir a su hermano pequeño en su propia casa de Estoril el Jueves Santo de 1956, mientras jugaban con una pistola propiedad de Juan Carlos, pueda seguir teniendo afición a las armas y permita que sus más allegados las empuñen… Yo, desde luego, en idénticas circunstancias, no querría volver a ver un arma de fuego ni en pintura.

Eso es, seguramente, lo mismo que piensa la inmensa mayoría de la población española, que se preguntaba cómo permitieron sus padres que un menor cogiera la escopeta y esperaban ver a su abuelo aparecer de visita por el hospital… cosa imposible ya que estaba matando elefantes sin que lo supiéramos.

—La cuestión es —apuntas—, si un rey tiene derecho a vida privada y a ejercer en ella todos los deportes que le plazcan, incluido el de la caza mayor…
—Sin duda la tiene. Pero con 74 años ya, y cuando esos deportes le han regalado varias intervenciones que le han incapacitado para ejercer sus funciones como Jefe de Estado, el llevar una vida tranquila fuera de las pistas de esquí y de las sabanas africanas parece una mejor idea. En este país, cientos de abuelos con artrosis u osteoporosis —¡o con las dos!—se rompen la cadera todos los años mientras llevan y recogen a sus nietos del colegio, para que sus hijos puedan seguir trabajando y llevando a casa el dinero necesario para continuar viviendo; pero ellos no serán intervenidos en 24 horas por un traumatólogo ilustre, ni acogerán una prótesis de alta tecnología con la cual seguir haciendo una vida normal. En lugar de eso, esperarán varios meses para ser intervenidos y después, renqueando, tragándose los dolores y mordiéndose la rabia, seguirán con la misma rutina hasta que se mueran; nadie les invitará, no ya a un safari por tierras africanas para matar elefantes, búfalos, osos o rinocerontes —que también los ha cazado nuestro rey—, sino ni siquiera a un viajecito de quince días de reposo en Mallorca o Canarias, en algo parecido a un palacio. Así que yo también le pediría a Juan Carlos que ejerza de abuelo normal cuando se aburra, y se vaya a los distintos colegios de sus nietos para que observe la alegría de los mayores y los pequeños cuando se produce el encuentro diario, con el intercambio de rigor de mochila por bocadillo. ¡Vamos, que ejerza de abuelo! Que tiene una gran tropa de nietos que se sentirían encantados de verle esperándoles a la salida del colegio. Cazar —sin escopeta— la emoción de un nieto cuando te ve, ¡eso sí es caza mayor! Y no solo es legal, sino que también es moral y se puede difundir por Internet sin miedo a la crítica.
Y además no hace falta que tus amigachos te regalen el viaje, por el que luego te pasarán la factura de una manera o de otra. Estas costumbres, son las que le devolverían la credibilidad a nuestra frágil monarquía juancarlista, que no felipista. Y dado que para irse de safari solo necesita cuatro guardaespaldas y un médico, de vez en cuando podría meterlos junto con él en una furgoneta y marcharse de gira por las distintas ciudades y pueblos de España, para conocer in situ, de primera mano, cómo viven sus súbditos el día a día; sin necesidad de vaciar las arcas municipales para recibirle con grandes fastos, en un viaje inesperado en el que pueda ver cómo están las cosas, sin que ningún ayuntamiento se las adorne. Me temo que el mensaje de Navidad no será creíble este año, así que le toca hacer bolos por la piel de toro hasta entonces.


Caza de un rinoceronte por Juan Carlos I

Llevas en silencio todo el rato; has preferido escucharme sin interrupciones, y ahora soy yo quien calla esperando tu intervención.

—Confieso que me has dejado sin argumentos, pero tendrás que reconocer que este abu no es como los demás; no me lo imagino formando parte de un AMPA, contando batallitas a sus nietos a la salida del colegio o llevándolos al parque a jugar y a que tomen un helado.
—Me ha podido la pasión. Seguramente no estaríamos hablando de todo esto, si la vida de nuestro monarca durante 36 años hubiera sido más transparente y conocida desde el principio, cosa que los diferentes gobiernos y la prensa se han empeñado en evitar con un acuerdo tácito de silencio, con una impunidad absoluta que ampara la Constitución —pese a que en el discurso de Navidad dijera que “la Justicia es igual para todos, las personas con responsabilidad pública debemos observar un comportamiento adecuado, ejemplar”— y que le ha llevado al desmadre y al desapego absoluto hacia las normas más elementales del comportamiento. Los periódicos internacionales hablan de sus líos de faldas públicamente notorios, en un claro insulto a su esposa, la reina, que sufre en silencio desde hace años esta falta de respeto, por lo que no es de extrañar que mientras su marido mata elefantes en África, ella se vaya a celebrar la Pascua ortodoxa con su familia en Grecia. También explica por qué Sofía no regresa a España junto a su marido hasta dos días después de su ingreso en el hospital o por qué la primera visita, la más importante, solo dura menos de treinta minutos. El mensaje transmitido a la ciudadanía no puede ser más nefasto: algo no va bien en la Casa Real, de la que se dice que sus reales ocupantes duermen en habitaciones distintas. Así que el rey, que durante todos estos años no ha dudado en humillar públicamente a la reina —“una gran profesional”, según palabras del rey en la biografía escrita por José Luis de Vilallonga—, también debería pedirle perdón de manera pública, como han hecho algunos políticos norteamericanos infieles con sus esposas y forzados por ello a dejar el cargo. Un monarca está obligado a dar ejemplo, especialmente cuando no es el pueblo el que le pone en el trono, al que sube simplemente por unas prerrogativas que ya no se sostienen o por el color de su sangre, que ahora sabemos no es azul, sino roja, como la de todos. Así que el mismo derecho tenemos todos tanto de ser presidente de un gobierno, como rey de una nación, según consagra el Artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que proclama que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Pero esa libertad no existe en nuestro país; con una buena carrera política y los votos de la amplia mayoría de los ciudadanos, tú o yo podríamos llegar a residir en el Palacio de la Moncloa… Pero no hay posibilidad alguna, ni siquiera remota, de que podamos vivir en el Palacio de la Zarzuela, pese a pagar el alquiler todos los meses. Y esto es una gran desigualdad amparada por la Constitución, que solo contempla que a la muerte de Juan Carlos I reine su heredero. Creo que ya va siendo hora de que nos pregunten a todos en referéndum, si queremos seguir manteniendo una monarquía que es a todas luces prescindible.
—Internet está que arde con el asunto de la cacería… Está claro que la gente está muy enfadada con esta actuación poco oportuna de nuestro monarca —apuntas de manera reflexiva.
—He visto cómo una petición para que el rey sea destituido como Presidente de Honor de WWF España, a las 48 horas tenía 60.000 firmas, llegando a recogerse más de 90.000 peticiones; el impulsor entiende —y los firmantes también—, que “una organización que lucha por un planeta vivo y cuya misión es detener la degradación ambiental de la Tierra y construir un futuro en el que el ser humano viva en armonía con la naturaleza y conservando la diversidad biológica mundial […]” no puede tener en la más alta jefatura a un cazador de elefantes. La respuesta de WWF ha sido tajante: “la Junta Rectora de WWF España, en reunión extraordinaria celebrada el 17 de abril de 2012, ha acordado por unanimidad iniciar el proceso necesario para modificar el artículo 6º de sus estatutos, en relación con las figuras honoríficas de la organización. WWF ha tomado nota de las firmas recibidas a través de Actuable y ha puesto en marcha las medidas y los mecanismos necesarios para revertir esta situación.”
—Algo impensable hace solo unas semanas y muy bochornoso para quien ocupa el trono de un país: ser expulsado de una organización. Como el ejemplo cunda, el respeto conseguido durante años, se esfumará como el humo en una ventisca.
—A mí me parece que ese respeto ya se ha esfumado; lo dispersó el elefante con su último aliento

Un ciudadano español confía en que cuando las cosas van mal, su monarca sea capaz de levantar la voz para transmitir serenidad. Como lo hizo el 23-F, para trasladar la tranquilidad a la población tras la intentona golpista de la que algunos autores afirman que estaba más al corriente de lo que nos han hecho creer hasta ahora. No sé cómo nos podrá pedir en adelante esa calma, si tendrá que hacerlo con la boca pequeña mientras al hablar no dejará de pensar en los reproches de las personas que a duras penas sobreviven, pero cada día se levantan con una noticia nueva y escandalosa del hombre que Franco impuso sin consultarnos, pero al que pese a todo hemos respetado como rey durante todos estos años, obviando el hecho de que jurara lealtad a las leyes franquistas.

—Es evidente que pese al perdón —das traslado de manera tranquila lo que estás pensando—, cada vez se oye más nítidamente la petición abierta de una abdicación y por supuesto de un referéndum en el que podamos optar por seguir con una Monarquía, o por la República que el golpe de estado de Franco sometió por las armas. Las hemerotecas ya recogen la primera petición pública por parte de un político en activo, Tomás Gómez, para que el rey elija “entre las obligaciones y las servidumbres de las responsabilidades públicas, y una abdicación que le permita disfrutar de una vida diferente. No es lo que esperábamos los españoles de la Casa Real en momentos de crisis”, mientras que Izquierda Unida, se pronunció claramente a favor de un referendo para que los españoles decidan si prefieren la Monarquía o la República.
—Y los periódicos se atreven ya a opinar e informar de lo que nunca debieron dejar de hacer. El Mundo —por ejemplo—, dijo en un editorial que “Resulta muy poco ejemplar el espectáculo de un monarca cazando elefantes en África cuando la crisis económica en nuestro país provoca tantos problemas a los españoles, incluidas algunas situaciones familiares dramáticas. Ello transmite una imagen de indiferencia y frivolidad que el Jefe de Estado jamás puede dar”
—Añadamos a eso, que mientras el Rey estaba ingresado en el hospital, se publicaron unos correos electrónicos de Iñaki Urdangarín que indicarían que el propio Don Juan Carlos, mucho después de pedir —eso es lo que se contó— a su yerno que abandonara sus negocios privados, hizo gestiones ante el presidente valenciano, Francisco Camps para favorecer al marido de su hija Cristina. Otro de esos correos desvelaría que su suegro, Juan Carlos I, hizo gestiones para interceder en favor de personas que tenían negocios con el Instituto Nóos.
—¿Eso no se llama tráfico de influencias? ¿Y no es ilegal? —Me preguntas con verdadera irritación.
—Por lo que a ti o a mí, nos meterían en la cárcel declaro de manera rotunda—. En otro correo electrónico 2007, Urdangarin le cuenta a su socio que: “Hemos conseguido que el Rey se viera con Pedro para presentarle el proyecto. La reunión fue muy bien y aparte de parecerle bien armado, ha ofrecido toda su ayuda para encontrar ayuda financiera”. Y en otro le dice que un “amigo” del Monarca ha hecho una “gestión” con un responsable de Iberostar que “no sabía nada del proyecto”, pese a que “le ha transmitido la buena sintonía con BBVA”.
—¡Pues menos mal que le ley es igual para todos!

Tras decir lo cual te levantas para acercarte a la cafetera, a la que te dedicas por completo durante varios minutos, que yo aprovecho para poner en tela de juicio la afirmación que acabas de hacer. Todos hemos tenido siempre la certeza de que la ley no es igual para todos, por lo que la afirmación del Rey en su discurso de Navidad, parece una auténtica mofa. Quien más, quien menos, esperamos con curiosidad ver en qué acaba todo este asunto de Urdangarín, y sobre todo, si su esposa, la Infanta Cristina, estaba implicada o no. Desde ese momento, sólo restará conocer la sentencia para sentirnos iguales o diferentes. Mientras yo le daba vueltas a estas cosas, has terminado tu tarea, y te acercas hacia mí con dos tazas de humeante y oloroso café. Después de ofrecerme la mía y esperar a que le de el primer sorbo con gesto de aprobación, te adentras de nuevo en el debate.

—Leí hace poco en el periódico italiano La Stampa que el rey está involucrado en los negocios de su yerno, en los que Urdangarín se habría embolsado 15 millones de euros. Habla también del bloqueo informativo de la prensa sobre todo lo concerniente al rey; de los múltiples regalos recibidos por el monarca, como los yates, aunque en otros medios también he leído acerca de coches y motos de gran cilindrada. Pero no se para ahí el artículo de La Stampa, que menciona también la responsabilidad de su gran amigo Prado y Colón de Carvajal, que habría recibido de KIO 100 millones de dólares para recompensar a Juan Carlos por sus servicios en la Guerra del Golfo, algo por lo que los monárquicos más fieles le pidieron que abdicara. Naturalmente, el artículo habla también de su gran fortuna, que basa en las estimaciones de la revista Forbes. Según algunos mentideros, esa fortuna se podría cuantificar en 1.800 millones de euros, una buena parte de los cuales podría proceder —según otras fuentes—, de la comisión que cobra por todo el petróleo importado de países árabes. Sus negocios parecen un tanto opacos, pero también le reportarían una gran suma, lo que nos lleva a pensar que debería reinar gratis, ya que la corona le aporta pingües beneficios.
—¡Bravo! Voto por eso. ¿Y no dice nada de sus conquistas femeninas? Porque tengo entendido que han sido unas cuantas.
—Sobre ese asunto leí algo en otro artículo del mismo periódico italiano. Según datos de un amigo íntimo que no cita, por supuesto, el número de sus líos de faldas ascendería a 1.500, citando también datos del libro de Pilar Eyre, “La soledad de la Reina” —publicado por Esfera de los Libros—, una biografía no autorizada según la cual, en 1976, apenas muerto Franco, Sofía le sorprendió en una finca de Toledo en brazos de su amante, cosa que hizo que desde entonces, durmieran en camas separadas. A partir de ahí, la lista es interminable y contiene nombres de actrices, cantantes, modelos, bailaoras, vedettes… Y supongo que cualquiera que nadie pueda sospechar.
—Pues el día que necesite pasta, solo tiene que publicar un libro con los nombres de todos sus ligues y se forra un poco más.
—¿Cuánto calculas que le pagarían por sus memorias?
—Solo pensarlo me da un mareo. ¿Y qué pasa con Corinna? —Te pregunto por alguien muy habitual últimamente en sus desplazamientos… También en su safari en Botsuana, según se cuenta.
—La princesa Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, es una divorciada de la que se habla mucho en la Villa y Corte, donde parece ser vox populi que tiene una relación con el rey desde hace cuatro años, cosa que ha originado un enorme revuelo en la prensa europea, que afirma que también es aficionada a la caza mayor y estaba con él cuando se rompió la cadera.
—O sea, ¿Qué no solo cazaba elefantes?
—No. Según parece. El diario alemán Bild Zeitung, dedicó una portada a la relación de don Juan Carlos. Y al hilo del artículo que Gian Antonio Orighi había publicado en La Stampa, aseguraba que “en España hay dos reinas” y describía a Corinna zu Sayn-Wittgenstein como “la oficiosa, la provocadora y rubia princesa, de 46 años, separada y amante desde hace cuatro años del soberano más casanova de Europa”. Corinna es empresaria, promotora de safaris y aficionada a la vela.
—¡Por supuesto! ¡También a la vela! ¡Si es que la chica lo tiene todo! —Y nosotros enganchados solo al fútbol… Qué cosas nos perdemos.
—Otro diario alemán, el Bild, considera un “gran escándalo” el hecho de que la princesa Corinna Zu Sayn-Wittgenstein “comparta incluso alfombra roja con el Rey Juan Carlos” en el extranjero. Y publica una foto tomada en Stuttgart en la que aparece Corinna recibiendo honores militares junto al Rey de España, en la alfombra roja.
—Sobre eso leí algo en El Mundo, que se preguntaba cómo podía soportar Sofía a su marido y expresaba verdadera lástima por una reina intachable colocada en esta dolorosa situación por su propio marido.
—En otro diario de aquí leí que el rey mantendrá a partir de ahora una mayor discreción con sus acompañantes particulares, pero que no renunciará a ellas.
—¿Recuerdas que al principio te dije que no tenía claro por qué había pedido perdón?
—Supongo que es difícil prescindir de algunas costumbres tan arraigadas genéticamente.

El Rey parece haberse librado por esta vez, pero está cada vez más cerca de perder el amor de su pueblo, aquello por lo que su abuelo derramó tantas lágrimas y que al final le costó la corona. Según el artículo 56 de la Constitución —la misma que le perpetúa en el trono a él y a sus herederos, y le ampara haciéndole irresponsable e intocable— el Rey es el símbolo de la unidad y de la permanencia del Estado, algo que no debería olvidar cuando se reúne con sus amigos para asuntos no del todo lícitos, cuando se va de cacería a matar especies en vías de extinción o cuando se asoma bajo las faldas de una mujer que no sea su propia esposa, a la que cada vez tenemos más cariño y compasión que, claro, le vamos restando a él y a la Institución que representa. De manera que no; el Rey no tiene vida privada, porque es el primero llamado a dar ejemplo a la sociedad que le sustenta y que le exige las virtudes, cualidades y entrega, de las que hasta ahora parece no haber dado muy buenas muestras. Le reclamamos al Rey, ética, honestidad y transparencia. Podemos y debemos demandarle una alta moralidad, porque en sus ejemplos nos miran a todos y las consecuencias las pagamos nosotros, que no él. Si está aburrido, cansado y no piensa privarse de actitudes que son un auténtico escarnio para la ciudadanía, debe abdicar para divorciarse acto seguido si quiere y poderse dedicar libremente a su vida licenciosa y de pasiones desenfrenadas en un exilio dorado, que por supuesto no deberemos pagar de nuestros impuestos; no más después de lo que ya le hemos pagado. Y el Gobierno debe preguntarnos después si estamos dispuestos a seguir por esta misma senda. El pasado año, por primera vez en su historia, la Monarquía suspendía con un 4,89 sobre 10; los jóvenes por debajo de 35 años no comprenden su utilidad y el Gobierno señala en privado —aunque debería hacerlo en público para demostrarle al Rey que este es un país serio— que está dispuesto a cambiar cosas. Debería empezar por someter a la Monarquía a la misma Ley de Transparencia que obliga al resto de las Instituciones; excluir la Casa del Rey porque no sea una administración publica no es de recibo; debiera serlo porque administra los aspectos contenidos en el artículo 56 de la Constitución, y porque se mantiene con fondos públicos. Según lo que hemos podido leer en El País, “En los círculos de poder […] señalan que el Rey ya no está tan pendiente de los asuntos de actualidad como antes. Que está cansado. Dicen que le afectó mucho la operación para extirparle un tumor en el pulmón en mayo de 2010. Finalmente, los médicos concluyeron que no tenía cáncer. Pero el susto fue enorme. Y desde entonces, su actitud ante la vida ha cambiado mucho. Ya no está encima de las cosas, parece incluso cansado de reinar, algo aparentemente impensable. Incluso se le ha escuchado decir, ante alguna reclamación especial, que ya no se le pueden pedir tantas gestiones como antes, que no puede acudir a tantos actos. […] Él insiste en reclamar su derecho a vivir más intensamente su ocio en los últimos años de su vida.” ¡Eso no puede ser mientras viva como un Rey! Ha llegado el momento de pasar la Corona… Después ya veremos.

—¿Te preparo otro café? —Es hora de volver a lo cotidiano, aunque lo que nos viene ocupando en los últimos minutos también lo es. Es una buena invitación la que me haces, así que no puedo ni quiero rechazarla.
—¡Acepto! ¿Cómo te va el trabajo? Espero que sin novedad.

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mayo 1st, 2012 by Pascua

Idolos falsos con los pies de barro

— ¿Qué lees?

Tu pregunta interesada por el libro en formato digital con el que estoy enfrascado en las últimas dos horas, me fuerza a levantar la mirada hacia ti abandonando momentáneamente el relato de una historia que jamás hubiera imaginado. Como solía decir el «Dr. House», célebre personaje de una serie de televisión en alusión a los pacientes, “todos mienten; lo que pasa en nuestra realidad, es que tendemos a creer que las mentiras no pueden proceder de determinadas esferas… Y ese es nuestro gran error.

— Una biografía no autorizada realmente interesante.
— ¿Una biografía no autorizada…? Entonces lo que leas no será verdad ni tendrá fundamento alguno, ya que el autor puede haber vertido un poco de veneno en sus apreciaciones.
— O tal vez no. Lo malo de las biografías oficiales, es que están demasiado edulcoradas y bastante trufadas de inexactitudes… Por no llamarlas mentiras. Somos tan egocéntricos y vanidosos, que no podríamos tolerar que una historia que habla de nosotros sacara a la luz pública nuestras miserias, sobre todo si algunas son tan graves y trascendentes como las que llevo leídas.
— Aplicando esa perspectiva, no puedo sino estar de acuerdo contigo.

Mientras hablas, te aproximas hacia mi y tomando el lector electrónico de mis rodillas, donde lo había dejado para contestar a tu primera pregunta, le echas un vistazo al título y a algunos párrafos de la interesante página que he dejado a medio leer.

— ¡Vaya! —Exclamas después de leer y tras un largo resoplido estupefacto— ¿Te lo crees?
— Sí. —Afirmo con rotundidad.— El autor está bien documentado y sus argumentos parecen irrefutables, pero incluso siendo fiel a mi costumbre de no creer todo lo que me cuentan, no puedo dejar de reconocer las grandes verdades relatadas en la obra.
— Creo que voy a leerlo yo también en cuanto lo termines; los pocos detalles que he visto hace un momento, me han abierto el apetito de saber más.
— Te vas a quedar de piedra, eso te lo aseguro.

Vuelves a tu asiento de costumbre en nuestras muchas tertulias y con gestos sosegados, te dejas caer en el sillón; cruzas una pierna sobre la otra y me lanzas una mirada profunda tras la cual creo entrever una reflexión acerca del libro, lo poco que has leído y las breves coincidencias compartidas. Aguardo a que ahora seas tú quien trace la senda por la que discurrirá nuestra conversación, mientras le aplico un marcador a la página donde dejo la lectura y apago el lector de libros digitales.



Establecimiento destrozado en el centro de Barcelona el 29M

— ¿Pudiste ver las imágenes de los destrozos en Barcelona el 29M? —Me asaltas de pronto, decidido a que el silencio no sea muy extenso.
— Sí. Me parecieron lamentables y vergonzosas, muy poco dignas de una sociedad avanzada como la catalana y muy significativas de la manera que los vándalos entienden como solución a los problemas. Y como no eran bastantes para producir muchos destrozos, se trajeron ayuda para generar daños en mobiliario urbano por valor de 565.000 euros… Que ahora se pagarán con el dinero de los ciudadanos. No debemos entender, comprender, ni justificar, acciones que no persiguen más que el placer de destruir todo aquello que se ponga por delante de estos bárbaros. Así, que nadie intente ahora razonar esas actuaciones como la desesperación de jóvenes en paro y sin medios de subsistencia que no ven salida para su futuro, que no debe ser otro que la cárcel, porque los violentos fueron contados por la policía y están en franca minoría frente a los millones que ese día salieron también a las calles, pero de forma pacífica y a cara descubierta, dándoles una gran bofetada de civismo en sus rostros enmascarados.
— Pues espero que la policía los identifique a todos y les haga pagar, céntimo a céntimo, todos los daños. Con ellos, me parece, no tenemos ya nada que hacer así que dejémoslos en manos de las autoridades, pero lo que me crispa sobremanera es que cuarenta diputados faltasen al pleno del Congreso ese día; la Constitución recogerá su derecho a la huelga, pero la lástima es que no recoja también su falta de vergüenza. Lo que necesitamos en este país es que se implanten de una vez las listas electorales abiertas, para que así podamos mandar al paro a los políticos que no den la talla, no asomen todos los días por su puesto de trabajo, se duerman en las sesiones o se dediquen a tuitear desde sus escaños, que envilecen con sus posaderas de holgazanes. Lo que hacen estos, es un insulto a los votantes que les auparon al sillón que les reporta un sueldo que no se ganan, algo que debería ser tipificado por la ley como una estafa a la ciudadanía y que debería ser sancionado con un par meses de suspensión de empleo y sueldo, además de con la retirada del acta de diputado y la prohibición de concurrir a cargos políticos durante unos cuantos años, si cometieran tres faltas idénticas… Como sucede en cualquier trabajo, al que nadie puede faltar aunque se ponga enfermo, porque al final lo acaban despidiendo, o en el que desde luego no se debe dormir.

Te reconozco como una persona entera y muy preocupada por las injusticias, frente a la casi totalidad de las cuales estamos impotentes e indefensos. A medida que hablabas, subías el tono de tu voz encendida por la furia, mientras gesticulabas con las manos, que intentaban agarrar por las solapas de una chaqueta imaginaria, a quienes entiendes son los primeros llamados a dar ejemplo. Desde luego no le hubiera ido nada bien al propietario de la imaginaria chaqueta, en la que desconozco si habías embutido a alguien.

— Leí la noticia acerca de esos políticos huelguistas y me sorprendió que uno de ellos fuera precisamente el anterior ministro de Trabajo, Valeriano Gómez…
— ¡Exacto! —Vuelves a estallar antes de que pueda terminar lo que quería decir. Sé que cuando acabes, ya no importará lo que yo hubiera podido añadir.— Después de haber sido el titular de ese ministerio, él mejor que nadie debería saber que lo único que puede salvarnos de la bancarrota es el trabajo y la confianza de los ciudadanos en sus gobernantes. Sin llegar al extremo de afirmar que el PP no se merezca la huelga general, sí me parece que los sindicatos deberían haber esperado un poco más para convocarla, hasta ver los resultados de sus medidas de gobierno. Cuando el barco va a la deriva, hay que remar como sea, ¡y debemos hacerlo todos! aunque sea a contracorriente, porque estamos demasiado cerca del precipicio.
— Desde luego, en un país por cuyas heridas económicas sangran más de cinco millones de personas en paro, casi un 25% de la población, convendría que los que van al timón y los que esperan a que cambie de nuevo el capitán, estuvieran más por la labor de trazar la mejor ruta de escape, arrimando el hombro a la tarea común de darle empuje a la nave. —Intento pronunciar mis palabras con la voz más suave que he podido modular, porque temo tener que llamar a Emergencias si esa vena tan característica tuya explota en uno de tus brotes de ira… Me asombra la capacidad de simbiosis que demuestras en estos asuntos que en realidad no puedes resolver.— Entonces, ¿coincides con las palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que sentenció, en relación a los sindicatos, que «…caerán como el muro de Berlín»…?
— No le gustaron nada —dices, y ahora en un tono mucho más relajado, aceptas mi invitación a disertar sobre este aspecto— las manifestaciones en la Puerta del Sol y los contenedores ardiendo, cosas que reflejarían los periódicos internacionales al día siguiente, transmitiendo una imagen muy parecida a la de Grecia… Obviamente buscaba el titular en la prensa, pero yo le diría que reflexione también acerca del descontento de la ciudadanía con la clase política, que no parece estar a la altura de las circunstancias. Que lea detenidamente las opiniones de los lectores de la prensa digital, cuyos comentarios no tienen desperdicio… Esa noticia en particular, tuvo 580 comentarios en un diario editado en Internet y tenían mucha enjundia; no fui capaz de leerlos todos, pero eran el mejor termómetro de la fiebre que padece la sociedad española. Fiebre que habría que tomar en seria consideración.
— Pues ya que lo comentas, me parece que el INE y el CIS no deberían gastar el dinero de los contribuyentes en encuestas a pie de calle o en viviendas particulares, para conocer lo que pensamos… Bastaría con que pusieran a dos docenas de becarios a leer los periódicos digitales cada día… Porque coincido contigo en la sabiduría popular que se agazapa en las miles de personas que solo tienen voto, aunque luego no sirva para nada, pero que no tienen voz y a quienes estos medios permiten expresarse cada día diciendo lo que piensan y aportando sus ingeniosas ideas, algunas bastante morbosas, para salir de la crisis.

Parece que hemos llegado a ese momento en que damos por zanjada la disertación y nos enfrascamos cada uno en lo suyo, a la espera de que surja otra chispa que propicie una nueva oportunidad de hablar, aunque según veo, hoy tienes ganas de cháchara y yo, siempre encantado de participar, me lanzo otra vez a la arena porque, al fin y al cabo, no encontraría a nadie mejor con quien compartirla.

— ¿Sabes cuánto ganó el año pasado el presidente de Telefónica, César Alierta…?

Me dispongo a contestarte que no tengo ni idea, cuando sin darme tiempo siquiera a hilvanar la frase en mi mente, me dejas claro que la tuya era una pregunta retórica…

— ¡10,2 millones de euros! 9,2 de sueldo y 1,0 para su plan de pensiones ¿Qué te parece?
— Pues me parece que tendrá una jubilación más feliz que la de la gran mayoría de españoles y que se los ha ganado, aunque solo sea por adjudicarles un despacho a personas que todos conocemos.
— ¡Pues es verdad! Ahora que lo dices, convengo en que tienes razón. ¿Cuánto te falta para acabar ese libro? —La rapidez con que saltas de un escalón a otro, siempre me ha impresionado, y hoy no podía ser menos—.
— Apenas una docena de páginas. ¿Quieres que te lo preste?
— Exactamente eso mismo es lo que quiero. Acábalo mientras preparo un pequeño aperitivo y después de comer me lo llevo.
— De acuerdo. Pero te advierto que muchas cosas en las que ahora crees, ya no serán igual después de haberlo leído.

Así es la vida después de todo. Cuando hemos pasado décadas de firmes convicciones, por las que hubiéramos llegado a las manos, descubrimos que nuestros ídolos, nuestros dioses, en realidad siempre tuvieron los pies de barro y que ha llegado el momento de tirarlos del pedestal para que se hagan añicos al caer contra el suelo.

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abril 1st, 2012 by Pascua

Yo tampoco tengo Facebook… Ni falta que me hace.


Hace rato que te veo mirar con verdadero entusiasmo algo que para variar, no es un periódico sino una revista, que tan pronto alejas como acercas a tu rostro… Como si quisieras no perderte ni uno solo de los detalles de lo que sea que estés analizando. Me pregunto sumamente intrigado qué poderosa razón te ha llevado a cambiar el formato de la tradicional base de información de la que surgen muchos de nuestros debates, pero confiado en que me lo terminarás contando, sigo ocupado con mi propia lectura.
Nuestros encuentros,
—pienso con una leve sonrisa— no son nada rutinarios; unas veces abordamos sin más preámbulos el asunto que nos ha llamado la atención y otras, en cambio, dejamos que el tiempo se consuma mientras cada uno se ocupa de sus intereses.
No es infrecuente que en ocasiones pasemos en silencio varias horas tras el saludo de bienvenida, así que, sin darle mayor importancia a tu interés en la revista, continúo leyendo el artículo sobre Facebook que llamó poderosamente mi atención, mientras con el rabillo del ojo te voy vigilando. Me resulta muy útil esa vigilancia, porque como ya tengo experimentado, saltarás a la arena del debate como un estampido, como un león que se lanza sobre su presa sin haberla advertido previamente. Eso,
—vuelvo a recordar sonriendo—, me ha producido varios sobresaltos inesperados desde que te conozco, así que procuro dejar un ojo sobre ti mientras con el otro, me ocupo de mi artículo, algo así como la demostración palpable de que la archiconocida red social, no es tan indispensable para nuestras vidas como nos intentan hacer creer todos los días.


— ¡Sí señor!


Pese a mi empeño por evitar que esta vez también me sorprendieras, el tono eufórico de tu exclamación me ha obligado a dar un respingo y casi soltar de mi mano el bolígrafo al que estaba dándole vueltas entre los dedos mientras leía… Pero en lugar de preguntarte por ello, dejo mi lectura y aguardo a que prosigas.


— ¿No te parece un cambio asombrosamente maravilloso y bien realizado? ¿A que es un trabajo de ingeniería de reconstrucción facial impecable? —Y mientras hablas, me tiendes la revista abierta por la página en la que se pueden ver las dos fotografías, una antigua y otra reciente, de la exvicepresidenta del Gobierno socialista de Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega. Pero en lugar de convenir inmediatamente contigo, decido esquinar momentáneamente la sorpresa y te lanzo una pulla…



— ¡Caramba! Este trabajo no acostumbra a verse muy a menudo… ¿Quieres decir que la más joven no será un sosias o una pariente cercana más joven? Acuérdate de aquel gran parecido entre el actor Hervé Villechaize, que participó en la película El hombre de la pistola de oro de la saga de James Bond y que en España fue presentado en Televisión Española por Javier Gurruchaga, en una célebre parodia del presidente del Gobierno, Felipe González.


— ¡Quiá! La más joven es la exvicepresidenta fijo, porque se la pudo ver así en el acto Mujeres por África celebrado en Madrid… Es ella. Garantizado. ¿Crees que ahora le gustará más a María Escario?


Estoy sorprendido. Has pasado olímpicamente de mi teoría; como si en realidad no la hubieras escuchado. En ocasiones semejantes, esto mismo hubiera dado pie para un encendido debate paralelo… En cambio, me has lanzado un dardo envenenado…


— ¿Qué quieres decir con que si le gustará más a la presentadora de deportes de TVE?
— Bueno… Corre el rumor de que la exvice y la periodista se habían casado…
— Yo en cambio, he leído una entrevista a de la Vega en la que afirma que ni la conoce, ni la ha visto en su vida, ni es homosexual. Así que no parece que se hayan casado… Pero tampoco me parecería mal y lo cierto es que ahora está mucho más guapa, porque el cirujano es un verdadero artista… ¿Sabemos quién es y cuál es su teléfono? Porque van a haber colas interminables en su consulta a partir de ahora —apunto con un cierto deje de mordacidad pensando en las verdaderas chapuzas estéticas que se ven a menudo por televisión e intentando de paso que olvides lo del matrimonio lesbiano—.


— Sí. Es posible que haya una desbandada desde otras consultas hacia la de este cirujano… Debemos reconocer que trabaja fino
— Coincido contigo plenamente.


Al devolverte la revista, le echas una nueva ojeada con aire satisfecho, y acto seguido la cierras y la dejas sobre la mesilla, de la que coges la taza de café a la que das un sorbo largo, mientras me lanzas una mirada con la que me invitas a que sea yo ahora quien tome la iniciativa en el rumbo de la conversación.


— Sin saber por qué razón, —acepto el envite— al leer el artículo con el que estaba entretenido hace un rato, me he acordado de un profesor que tuve hace muchos años, José Ferrer, al que por cierto me gustaría tener la oportunidad de saludar de nuevo, y de dos librillos de fácil y entretenida lectura titulados Yo también fui Testigo de Jehová que me dejó hace muchos años, cuando un día estábamos hablando sobre ellos. La historia la contaba alguien que perteneció a esa congregación religiosa y hacía un pormenorizado repaso a los motivos que le llevaron a apartarse de ellos de manera irrevocable. He intentado encontrarlos para comprarlos, pero no he tenido éxito.
— ¿Vamos a hablar de los Testigos de Jehová?
— No, no… Pero la verdad es que me gustaría volver a leerlos, porque los detalles están ya muy borrosos en mi memoria, con unos cuantos años ya de experiencia y la biblioteca bastante llena. Además, es bueno que de vez en cuando alguien le pegue una patada a los ídolos de barro y nos permita poder ver las cosas con otra perspectiva.
— Soy todo oídos.
— Con frecuencia tendemos a creer como irrebatibles los argumentos que se nos dan a favor de la adhesión a una determinada corriente y olvidamos buscar los inconvenientes, la inutilidad de eso que la mayoría nos quiere hacer ver como bueno.


Ahora eres tú el que espera pacientemente a que le aclare lo que se está debatiendo en mi cabeza.


— Para un adolescente como era yo entonces, —prosigo sin soltar prenda—, que creía que la forma en que alguien intentara acercarse a Dios no era lo importante, conocer las experiencias del autor de aquellos librillos fue como abrir los ojos bruscamente a la realidad. Comprendí tras su lectura, que no debía dejarme llevar de manera candorosa, hacia la realidad interesada de muchas personas que solo buscaban acólitos para sus fines, empleando para lograrlo cuantas argucias tenían a su alcance.
— Y eso guarda relación con lo que me vas a contar porque…
— Porque en los últimos años nos hemos dejado convencer de que, si no tenemos móvil, iPad, Blackberry, amén de otros artilugios diseñados para hacernos la vida más cómoda, pero también más dependiente, no somos progres y viviremos en una especie de edad de piedra. Pero si teniendo alguno de esos cacharros no los empleamos además para adentrarnos en las redes sociales y tener miles de amigos, corremos el riesgo de quedar excluidos de una sociedad cada vez m.
— Yo no tengo cuenta en ninguna red social y no me siento diferente al resto de la gente…
— Y yo tampoco, como bien sabes. Y me siento estupendamente sin necesidad de volver a casa pitando cada día para ver qué fruslerías han colgado en mi muro, "amigos" que nunca me llaman, que nunca me escriben o que nunca me invitan a tomar algo en su compañía.
— ¿Qué has leído sobre eso y qué relación guarda con esos librillos de alguien que también fue Testigo de Jehová? Porque supongo que la cosa va por ahí, ¿no?


Hecha la aproximación, solo resta ‘entrar en harina’ y me dispongo a ello.


— José A. Navas firmó en elmundo.es un interesante artículo titulado Por qué dejé Facebook, en el que, entre otras cosas decía que Fátima abandonó la red social cuando después de asistir a la boda de una amiga, de vuelta al trabajo descubrió que habían colgado unas fotos en las que se la veía con un pedo como un piano. Después de eso, decidió que su vida no le interesaba a nadie y que tampoco quería recuperar viejas amistades, por lo que, si quería ver a alguien, le llamaría por teléfono y quedarían para tomar un café.
— Fátima es una chica inteligente…
— El artículo continúa diciendo que con más de 845 millones de usuarios, Facebook está cerca de alcanzar a China, que tiene 1.300 millones de habitantes y que, cada día, 483 millones de personas, una cantidad comparable a la población de toda la Unión Europea, se conecta para revisar las novedades de su cuenta y que de media, permanecen unos 20 minutos conectados.
— La cosa promete,… Continúa.
— Las personas que deciden abandonar Facebook, lo hacen por razones muy parecidas: pérdida de tiempo, relaciones superficiales o falta de privacidad. Otro usuario alega que cuando eliminas contactos, estos se lo toman fatal, peor incluso que si no les saludas por la calle. Otro usuario explica que estaba pasando una crisis de pareja y cuando decidió borrarla a ella de sus contactos, la mujer lo tomó como una señal de ruptura…
— ¡Por Dios…!
— Además, me he enterado de que la Agencia Española de Protección de Datos ha abierto una investigación contra Facebook por retener información de los usuarios sin su autorización. O sea, que lo que tú subas una vez a la red social seguirá guardado en los discos duros de la compañía aunque lo borres, lo que hace que la empresa se enfrente a multas de hasta 60.000 euros por apropiación de datos sensibles sin autorización.
— Así que, aquella foto que Lucía Etxebarria se hizo desnuda y después colgó en Facebook, aquella polémica foto fruto de un arrebato y que borró a los pocos minutos, en realidad no ha desaparecido… Interesante… Muy interesante.
— Pues eso la debe de estar martirizando si está al corriente de la estrategia de Facebook… Quizás se pregunte dónde acabará la foto y qué beneficios obtendrán de ella.
— Y encima, sin obtener dividendos… La pobre parece estar marcada por la desgracia; priva al mundo de sus libros a causa de las descargas ilegales y le regala una foto en pelota picada que ella misma puso en bastantes ordenadores, una imagen estará dando vueltas por todo el mundo ad infinitum pese a haberla borrado. Va a ser más difícil salir de Facebook, que dejar de ser Testigo de Jehová o borrarse un tatuaje… —aseguras en tono reflexivo y convencido—.
— No siempre es sencillo salir de algunos sitios en los que nos metemos… ¿Pero sabes qué es lo que en verdad me fastidia?, —añado— Pues recibir cada día en el correo electrónico, invitaciones para que me agregue a cuentas de personas que tal vez conozca o tal vez no, pero que nunca me escriben por otro medio o me llaman. Por descontado, esas invitaciones acaban directamente en la papelera. No quiero saber absolutamente nada de Facebook y similares.


En silencio de nuevo, pareces meditar largamente sobre algo que te está pasando por la mente. Al fin, de manera contundente, lanzas algo parecido a una sentencia lapidaria.


— ¿Pues sabes qué te digo? Que yo tampoco tengo Facebook.
— Tampoco yo… Ni falta que me hace.


Y además, ¿para qué lo querría? ¿Para que cuando colgara algo me contestaras con un ‘Me gusta’…? Para eso, prefiero nuestras conversaciones tête-à-tête, en las que tenemos la opción de vernos mientras hablamos y tú no pierdes la oportunidad de decirme lo que piensas… Aunque no me guste. Eso es un debate. Y así es como me gusta que sea.

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marzo 1st, 2012 by Pascua

Dios los cría y la Iglesia los junta


— ¿Has recuperado ya el sosiego que creí habías perdido el día de Año Nuevo?


Tu pregunta directa me ha desgajado una vez más de mis reflexiones. Respetuoso con el silencio en que te habías encerrado mientras desmenuzabas las noticias del diario, no quería interrumpir ese momento de entrega que le brindas a la actualidad y que como siempre que nos encontramos, suele dar pie al intercambio de ideas con que se enriquecen nuestros encuentros. A veces pienso, que no eres capaz de leer el periódico si no intercalas una observación en voz alta o me retas a que te desvele lo que bulle en mi cerebro.


— El que pierde un mal amigo, no sabe lo que gana. Yo al fin lo he comprendido y me siento afortunado.
— ¡Me alegra escucharlo! Pero, hablando de otra cosa, qué opinas sobre el asunto del arzobispo de Valladolid con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.
— ¿Qué asunto es ese?
— El mosqueo de Ricardo Bláquez, por el nombramiento de la vicepresidenta como pregonera de la Semana Santa en esa ciudad.
— ¿Y a qué se debe el enfado del príncipe de los obispos vallisoletanos con la vicepresidenta?


Te pregunto para saber un poco más de ese asunto, que de inmediato ha despertado mi interés porque me he acordado de la ‘profundidad humana’ de otro arzobispo, que luego te contaré si lo que me planteas no nos lleva mucho tiempo


— ¿Es una represalia porque le han disminuido el presupuesto de este año a la Iglesia?
— No, no… La cosa es más corriente.
— ¿Y cómo ha podido ofender esa gran mujer a monseñor?


Tu mirada sorprendida me revela que tal vez he dicho algo inapropiado, y enarcando una ceja espero a que me aclares a qué se debe esa sorpresa. Sé que no tardarás en hacerlo, porque no acostumbras a dejar cosas por decir… Al menos conmigo.


— ¿Lo de gran mujer lo has dicho con doble sentido? Porque si la vicepresidenta tiene un rasgo muy evidente es el de su corta estatura.


De modo que era eso…


— ¡Por Dios, no! —Ahora el sorprendido soy yo— ¿Cómo puedes creer que yo catalogaría a Soraya por su estatura? ¡Al contrario! Me parece una gran mujer porque su gran inteligencia la ha llevado al puesto de vicepresidenta y portavoz, y a tener unas cotas de poder que ni el mismísimo Alfonso Guerra tuvo nunca. La Vicepresidenta, así, con mayúsculas, es una mujer muy preparada, está donde merece estar por derecho propio, goza de toda mi simpatía por el momento y te diré algo más: no me pierdo ni una de sus ruedas de prensa los viernes, tras el Consejo de Ministros, añadiendo que la prefiero sola ante los periodistas, que flanqueada por algún ministro que nunca dice nada que ella no fuera capaz de decir mejor. Si más adelante le retiro mi beneplácito, ya se verá; pero será por su labor en el Gobierno, no por una apreciación trivial como su estatura; eso se lo dejo a los obtusos. Soraya es, desde mi punto de vista, una mujer muy grande, sin duda; su estatura no me preocupa lo más mínimo. Además, parafraseando a Cristo, ‘Bienaventurados los que han subido mucho, porque se pasarán el resto de su vida bajando’. El hecho de que Santamaría sea bajita, le permite estar más en contacto con el suelo y por lo tanto también de la realidad, que es lo que por ahora necesitamos todos cuantos dependemos de una u otra forma de su gestión.


Intuyo que te habías asustado por lo que creíste que daba a entender con mi comentario, porque me consta que no es esa la idea que tienes sobre mi y sobre mi opinión de las personas, al margen de la que pueda tener sobre sus actuaciones en determinados casos. Tu semblante relajado ahora y el leve suspiro que escapa de tu pecho, me confirman esa impresión. Te dedico una sonrisa afable y te invito a que continúes. Pero la verdad, no acierto a comprender que sospecharas en mí una intencionalidad tan pobre.


— Pues resulta que el arzobispo Blázquez ha cuestionado el nombramiento de la vicepresidenta como pregonera de la Semana Santa, a causa de su matrimonio civil en 2006. El Ayuntamiento de Valladolid, que dicho sea de paso es el competente para designar ese nombramiento, creyó oportuno que Soraya fuera la encargada; ahora el arzobispo dice que le hubiera gustado que se le hubiera consultado al respecto, añadiendo que el pregón forma parte de una ceremonia religiosa que se celebra en la catedral y ante el arzobispo, y que su “apreciación no va más allá de lo que va el Código de Derecho Canónico”. Pero ha ido más allá y ha dicho que a partir de ahora pedirá al Ayuntamiento que le presente una terna de candidatos… Pese a que la designación del pregonero es una decisión que compete al Ayuntamiento desde hace 15 años.
— Así que el pregón se dará en la catedral y ante el arzobispo… O sea él. ¿Ha dicho si acudirá a ese acto o si hará novillos a modo de protesta? —No me sorprendería nada que no acudiera, aunque sería un feo precedente para la Iglesia a la que representa—.
— Ha dicho que acudirá, porque además, el pregón es ”un género literario, más que una homilía o un sermón”. Mejor que lo haga, porque no debemos olvidar que el pregón de la vicepresidenta consistirá en proclamar la Semana Santa de su ciudad natal, remarcando la singularidad de sus procesiones, declaradas de Interés Turístico Internacional.
— ¿Y quién mejor que una vallisoletana, que además es Vicepresidenta y Ministra Portavoz del Gobierno, para darle empaque a un acto así? ¿No sería fantástico que fuera de España también se dieran cuenta de que Valladolid bien merece una visita en Semana Santa? ¿No sería eso bueno para los sectores profesionales relacionados con el turismo y para todos en general? Entiendo que la doctrina de la Iglesia católica exige a sus fieles que se casen ante un sacerdote y vayan a misa cada domingo, por lo que parece que, Soraya, que se ha casado civilmente, se merezca ese tirón de orejas de monseñor, pero ¿no puede alguien creer en Dios y no creerse el discurso de los arzobispos? No habría que mezclar churras con merinas, por emplear un ejemplo muy relacionado con la región. Los ministros de Dios, como siempre, haciendo amigos y ganando clientes para sus parroquias.
— Algunas políticas, como Carme Chacón y Elena Valenciano —de la oposición—, han salido a la palestra para decir que no entienden la actitud del arzobispo en un Estado laico; sin embargo, la secretaria general de su propio partido, Mª Dolores de Cospedal, ha preferido decir que prefiere no entrar en opiniones personales.


Como me lo has puesto a tiro, no voy a dejar pasar la oportunidad de decirlo.


— Precisamente, si no recuerdo mal, la Cospedal también fue amonestada, solo que por el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, al ser elegida para liderar el PP en Castilla-La Mancha. La crítica le sobrevino por haber sido madre soltera mediante fecundación asistida. Para esquivar esta desconfianza de la Iglesia, la hoy Presidenta de Castilla-La Mancha decidió asistir a procesiones religiosas y a la manifestación contra la ley del aborto de 2009, a la que sin embargo no fueron ni Rajoy, ni mi querida Soraya.
— ¡Ja! Pues por eso Cospedal ha evitado implicarse en este asunto, no sea que después le toque hacer penitencia en más procesiones, —tu retranca típicamente gallega, aunque tú no seas de esa comunidad, ha hecho que sonría una vez más— pero me da en la nariz, que la presidenta manchega está picada con la vicepresidenta.
— Puede que algo de razón lleves sobre esa reflexión, pero ya que llevamos dos arzobispos, y como se dice que no hay dos sin tres, déjame que te cuente la salida de tono de otro monseñor, esta vez de Tarragona.
— ¿Pero tan difícil es para personas supuestamente ilustradas adaptarse a los tiempos que vivimos?
— Tú lo has dicho: supuestamente ilustradas. Sin embargo, de todo hay en la Iglesia del Señor.


Te acomodas en el sillón, doblas el periódico y manifiestas una actitud atenta llena de curiosidad, a la espera de lo que te cuente.



Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona


— El arzobispo de Tarragona, que como no sabías —igual que no lo sabía yo hasta leer la noticia—, se llama Jaume Pujol, dijo recientemente que las mujeres no pueden oficiar misa ”porque cada uno tiene una función”. Y además, para complementar su tesis, soltó otra perla: ”Yo tampoco puedo hacer algunas funciones que hacen las mujeres, no puedo traer los hijos al mundo”.
— ¡Ni Dios lo permita, por Dios!


Juraría que has soltado un respingo, pero ha sido tan rápido, que no estoy seguro.


— Monseñor Pujol, que es el presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense, —sigo poniéndote al día— defendió sin embargo en un programa de TV3, que existe la igualdad entre hombres y mujeres en la Iglesia católica diciendo que ”todos somos hijos de Dios y todos tenemos la misma dignidad”.
— ¡Ya! Pero los hombres a dar misa y beberse el vino y las mujeres a fregar después los altares…
— Pero aguarda, porque falta lo mejor. No contento con lo que llevaba dicho, le echó un poco más de leña al fuego diciendo que uno entra en la Iglesia cuando es bautizado y todos somos iguales, aunque después tenemos distintas funciones.
— ¡Se quedaría a gusto con la disertación…!
— Espera, espera… Al ser preguntado, dijo “Si me pregunta cuándo llegaremos a tener las mismas funciones (entre hombres y mujeres) le diré que yo nunca podré ser una mujer. Y, hoy, la mujer en la Iglesia tiene un papel importantísimo, nunca la he sentido un poco más abajo que nosotros”.
— ¿Pero dijo si le hubiera gustado?
— ¿Si le hubiera gustado el qué? —Te hago la pregunta, pero creo haber barruntado el verdadero sentido de la misma y procuro esquinar ese asunto tan peliagudo, aunque tengo mis ideas al respecto—.
— ¡Bah! Continúa.
— El arzobispo procuró no dejar títere con cabeza aprovechando que tenía una cámara delante, y en referencia a los matrimonios homosexuales soltó también ”que él distingue entre personas y el comportamiento de las personas. Como personas, todas son hijas de Dios, pero que hay comportamientos que no son adecuados ni para la persona ni para la sociedad y esto lo tenemos que pensar mucho”.
— El Papa le regala la mitra a quien no se la sabe poner.


Confieso que he estado a punto de soltar una gran carcajada, porque algo parecido pensé yo al ver la fotografía que adornaba la noticia.


— El arzobispo tarraconense dijo también que ”la Iglesia puede hablar, pero después no obligamos a nada porque no tenemos Mossos d’Esquadra ni prisiones”.
— ¡Menos mal! Porque los que hemos leído algo, recordamos lo que hacía la Iglesia cuando tenía a su servicio a la Santa Inquisición y al frente de ella, al Gran Inquisidor, Tomás de Torquemada, «el martillo de los herejes» y que para más inri, era de Valladolid. ¡Qué cachonda es la Historia, por Dios!
— Pero aguarda, porque nuestro arzobispo tarraconense dijo también que “a las mujeres de mi iglesia siempre les digo lo mismo: ‘A quien tienes que cuidar más es a tu marido, él es el hijo más pequeño de la casa’. Ya sabéis por qué lo digo. Lo tienen que cuidar, no se pueden descuidar”. ¿Por qué crees que diría eso? No parece dejar muy bien parados a los hombres, ¿no?
— ¡A saber! Pero lo que pienso hacer a la menor oportunidad, es recomendar a unas cuantas amigas que tengo en Tarragona que cambien de iglesia de inmediato. O que se hagan ateas.
— ¡Entonces esto te va a gustar! En relación al aborto, acabó remachando que “con mis impuestos también pago abortos y tengo que subvencionar a todas estas asociaciones de ateos”. Afirmó también que no pensaba dedicarse al sacerdocio, pero tras conocer la doctrina del Opus Dei a los 17 años, se sintió llamado por Dios.
— Yo creo que esa llamada no era para él y que más bien fue una interferencia en las comunicaciones. ¿Cómo dijiste que se llama monseñor?
— Jaume Pujol Balcells, y con él, —remacho— ya llevamos hoy tres altos representantes de la Iglesia con ideas bastante peculiares. No está mal para un mismo día, ¿eh?
—Menudas tres patas para un banco.
— Ya conoces el dicho: Dios los cría…
— …Y la Iglesia los junta.


La jornada ha dado una vez más para mucho comentario. Me reitero en lo que disfruto de estos encuentros en los cuales tenemos la oportunidad de consolidar una amistad sincera. Y puesto que fuiste tú quién la mencionó de pasada al comienzo de nuestra conversación, brindo por ella y porque tú seas por siempre uno de sus mejores estandartes.


— ¿Te apetece una copa de cava catalán? —Prefiero preguntarte, aunque estoy seguro de conocer la respuesta— Tenemos muchas cosas por las que brindar.

* * *

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febrero 1st, 2012 by Pascua

No hay mayor tesoro.

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A través del cristal de la ventana, la mañana de Año Nuevo no puede ser más tranquila.
Exceptuando la media docena de jóvenes que han roto con sus gritos continuados el descanso de quienes nos acostamos tarde, y que afortunadamente ya se han ido, la presencia de personas en el parque es escasa, si se exceptúa a quienes salen con un perro forzado a depositar sus excrementos en cualquier rincón, donde permanecerán expuestos a la ciudadanía hasta que las brigadas de limpieza municipal se los lleven con la escoba… Espero que hoy mismo.

La noche ha sido larga y festiva; todos teníamos algo que celebrar, aunque fuera el final un año calamitoso en lo laboral y económico, que augura otro largo tiempo en las mismas circunstancias. Sin embargo, las tradicionales 12 uvas de la suerte han sido deglutidas con la esperanza de que la fortuna al fin nos acompañe, cosa que ya toca. Quién sabe si a Rajoy no le habrá dejado Santa Claus una varita mágica de esas de los cuentos con la que poder hacer magia, porque vamos a necesitar mucha.

Con la taza de cappuccino humeante en las manos, que poco a poco van entrando en calor, me regocijo con tanta calma. Hay pocas cosas que me gusten y a la vez tema tanto como la tranquilidad y la soledad. La vida poco a poco volverá a recuperar su ritmo cotidiano, pese a que hoy sea un día fuera de lo corriente, si lo medimos con las reflexiones que casi todos hacemos para este período largo que nos aguarda acechante y que tal vez el próximo año, un día como hoy, nos alegremos de haber dejado atrás.

Aprieto un poco más el recipiente, como si quisiera extraerle todo el calor, y saboreando despacio el sabor de su contenido, observo la quietud del parque mientras imagino el frío que debe de hacer al otro lado del cristal, que me responde con la neblina provocada por mi respiración.

— Feliz Año Nuevo.

El saludo me rescata de mi abstracción y me devuelve al presente, arrancándome de un lugar en el que me había perdido momentáneamente.

— Buenos días y Feliz Año Nuevo también para ti. ¿Es un día de resaca?

— No. Sigo fiel a mis principios de no permitir que el alcohol me haga cambiar el rumbo, para recuperar la cordura con la sensación de haberme perdido en el desierto con la boca llena de arena.

— ¡Ja, ja, ja! Creo que nadie lo hubiera definido mejor. Me alegra verte de nuevo. Hacía mucho tiempo que no teníamos oportunidad de intercambiar impresiones frente a frente…

— ¡Cosas del trabajo! Estar tanto tiempo lejos, ausente de la familia y los buenos amigos tampoco me gusta, pero las necesidades crean servidumbres que no podemos eludir. Tú sabes bien de qué te hablo.

— Sé a qué te refieres, en efecto. Supongo que te apetecerá un café… Sírvete con absoluta confianza. Estás en tu casa, ya lo sabes.

Mientras te afanas en preparar un café con el que reconfortar tu estómago, me concentro en la idea de lo importantes que son las amistades, las buenas, las sinceras, esas mismas de las que he perdido unas cuantas en el año que terminó ayer.

— ¡Delicioso! Un día me tendrás que decir cuál es la marca del café que compras…

— La marca no es lo que lo hace sabroso, ya lo sabes, sino la compañía con quien lo tomas.
— Así es. Y dime… ¿Has dejado muchas cosas atrás el año pasado?

— ¡Muchas, ciertamente! Algunas quizás recuperables… Otras no tanto.

— ¿Cosas de relevancia? ¿Imprescindibles?

¡De mucha relevancia! —Pienso con un deje de tristeza— ¡Cómo si no calificar la huida precipitada de algunos de los que hasta ahora consideré verdaderos amigos…, Más que eso hermanos!

—La verdad es que sí —te contesto con un suspiro—. Pero si en otro tiempo me hubiera sorprendido la actitud de determinadas personas, ahora ya no es tan fácil cogerme desprevenido. Aun así, es triste constatarlo.

— ¿Así que han sido personas, eh?

— Personas a quienes nunca imaginé dándome la espalda, la verdad. Pero después de todo, los verdaderos amigos deben ser como la sangre, que acude a la herida antes de que la llamen; si un amigo no es así, supongo que no es un amigo de verdad y carece de importancia entonces lamentar su pérdida y luchar por recuperarlo, ¿no?

— Coincido plenamente contigo. Mejor no tener amigos, si estos han de vivir aguardando los más leves resquicios que dejan las circunstancias para huir de ti. Deja que me prepare otro café… ¡Está bueno! Tendré que venir más a menudo.

— Espero que cumplas lo que dices.

No tanto lo que has dicho, sino cómo lo has dicho, me ha hecho sonreír. Y esa es una de las misiones fundamentales de los buenos amigos: hacer a las personas que les tienen en tan alto concepto disfrutar de los buenos momentos, amén de apoyarles en aquellos otros que representan un trago de difícil digestión. Hay personas que experimentan un gran placer en demostrar que profesan una gran amistad, pero a quienes en cambio no las mueve más interés que encontrar el mayor número de beneficios o agasajos por aparentarla.

—Y dime, ¿dejarás que una pérdida tan insignificante marque el camino de tu vida?

— ¡Ni por asomo! Al no tener que diversificar los sentimientos entre tantos, podré repartirlos en mayor abundancia entre quienes realmente lo merecen y esperan.

— ¡Ojalá te acuerdes de mí entonces…!

Viniendo de otras personas, el comentario jovial que has expresado antes de darle un trago pausado a tu café, hubiera hecho encenderse las luces de mis alarmas al considerar sus dudas, pero tú eres una persona sin doblez y de corazón generoso no marcado por otra cosa sino por la sinceridad; no esperas nunca nada, pese a que eres capaz de darlo todo sin dosificar las cantidades. Eso te convierte en el mejor tesoro que alguien como yo pueda anhelar. Tú eres en quien pensó aquel que dijo que</i> “quien tiene un amigo tiene el mayor tesoro”. <i>Y pensándolo mejor ahora, ¡para qué quiero a nadie más ocupando hipócritamente ese espacio, reservado solo a quienes se mueven por la vida intentando hacer las cosas más fáciles a su alrededor!


Imágenes del pasado feliz

De repente he presentido que los acontecimientos del año recién enterrado, como este mismo que hoy comienza, pronto serán olvidados y sustituidos por otros más enriquecedores, a la vez que capaces de dejar una huella profunda e imborrable en mis recuerdos. Siento que tengo un año entero por delante para conseguirlo y todavía más: tengo el resto de mi vida aguardando, liberada al fin de las ataduras que durante muchos años me han mantenido esclavo de una falacia.

Aquello que siempre creí, en realidad nunca fue. Ahora solo me hace falta tiempo, pero no demasiado.

— Hoy te quedas a comer —te digo en un tono que no permite objeciones—.

— ¡A la orden! —me contestas con un cierto aire marcial, que sin embargo no puede ocultar la alegría que sientes por compartir un rato más largo conmigo y con mi familia que también es la tuya; hoy que es un día especial, porque los verdaderos amigos, y tú eres el modelo en que se fundamenta la Amistad, son el eslabón necesario en la cohesión de los sentimientos y las esperanzas—. Ya sabes que tú solo tienes que pedir, que yo no haré otra cosa sino complacerte.

No necesito más de ti que saber que estarás ahí siempre, como la sangre aguardando la herida; como el hombro en que alguien se puede apoyar cuando todos los demás ya le han abandonado.

—Pues vamos a la cocina para que puedas informarte ampliamente del menú. Aunque ya sabes que lo de menos es lo que comas, sino en compañía de quiénes lo hagas.

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enero 1st, 2012 by Pascua

Reto al tren… Reto a la muerte

Llevas un buen rato dándole vueltas a la cucharilla dentro de la taza de café, que debe de estar ya frío considerando el tiempo que hace que te lo sirvieron. Algo te preocupa, a juzgar por la expresión grave de tu rostro y por el mutismo feroz en el que te has enclaustrado. No imagino qué puede ser pero mi paciencia dará finalmente sus frutos, porque igual que haces siempre, acabarás contándomelo; a fin de cuentas, eso es lo que hacemos cada vez que encontramos un momento para intercambiar ideas y para consolidar una amistad que ya dura años y que nada hace prever que pueda terminar, porque siempre hallamos un punto de equilibrio en las tiranteces que inevitablemente se producen cuando las opiniones son distintas, y las nuestras, pese a que generalmente coincidimos en las posturas, también transitan en ocasiones por el borde del precipicio de las diferencias.
Absolutamente pendiente de todos tus gestos, intento desmenuzar en mi mente todo aquello que pueda ser el desencadenante de lo que te mantiene completamente abstraído.

– Ya no queda azúcar que remover y el café estará frío… ¿Pido unos cubitos de hielo? –Incapaz por más tiempo de permanecer indiferente, decido reiniciar la conversación desde hace bastantes minutos congelada poniendo una pizca de ironía por si con eso vuelves a la realidad en que nos encontramos—.
– No, no… Está bien así… –Lo dices como si no hubieras percibido el verdadero sentido del comentario—.
Mas como reanudas el gesto de volver a concentrarte en la taza, decido no concederte ni un segundo más de tregua.
– ¿Qué te preocupa tanto? –Te lanzo la pregunta mientras observo con atención el más nimio de tus gestos—.
– ¿Cómo podemos llegar a ser tan estúpidos los seres humanos?
Tu reacción me deja tan frío como el café que aún no has probado. Lo has dicho como sin fuerzas, desfallecido, vencido por un pesar que no alcanzo a comprender y que aplasta tus hombros caídos con una fuerza más pesada que la de la gravedad.
– ¿No te entiendo? ¿A qué te refieres?
– ¿Qué acontecimiento lúdico, por mucho que lo sea, puede justificar que una treintena de personas decidan cruzar la vía del tren por no esperar a cruzar por un paso subterráneo?

Ahora puedo saber a qué me enfrento. Y yo tampoco lo he asimilado.
Que un grupo tan numeroso bajase del tren en Castelldefels y cruzara en tromba las vías para llegar a la playa, donde se iba a realizar un acontecimiento festivo con motivo de la verbena de San Juan, me tiene absolutamente atónito.
– Lo cierto es que yo también me lo he preguntado. Y no tengo la respuesta. Creo que nadie la tiene, pero al parecer el paso subterráneo estaba colapsado por el número de personas que se dirigían al mismo lugar.
– ¿Y qué pasa, que no podían aguardar su turno como en cualquier cola? Todos eran, en su mayor parte, de origen sudamericano. ¿Cuántas veces habrán tenido que aguardar durante horas a la puerta de una comisaría para regular su situación legal en España?
– Sí. Estoy de acuerdo. No huían de un incendio por la única vía de escape, sino que iban a celebrar una fiesta. Solo hubieran tardado unos minutos en cruzar, porque frente a todo lo que se ha dicho, el pasadizo es de casi 3 metros y medio de ancho y caben 8 personas en paralelo.

Imagen de El PaísImagen publicada por El País

– ¿Y eso de intentar justificar tal imprudencia alegando que no sabían que había un paso bajo las vías…? ¿Alguien piensa en serio que en este país se construiría un apeadero de tren y se obligaría a la gente a cruzar por los rieles, salvando dos andenes de 80 cm de altura cada uno? Aquí se hacen muchas cosas mal, ¡pero esa no es una de ellas!

El puñetazo en la mesa mientras explota al fin toda tu rabia contenida, hace que los ocupantes de las mesas cercanas suspendan sus conversaciones y fijen toda su atención en nosotros, al tiempo que tras la barra, el camarero se prepare por si tiene que intervenir.
Más calmado tras el estallido, ajeno por completo al interés que has despertado en la concurrencia, mueves la cabeza de lado a lado intentando desechar la ira que amenaza con provocarte un colapso arterial.
Poco a poco, nuestros vecinos vuelven a sus asuntos y el barman prosigue con su labor de limpiar y ordenar los anaqueles repletos de botellas llenas y vasos vacíos, mientras de vez en cuando nos lanzan de reojo una mirada previsora.

Entiendo tu enfado, que no es menor que el mío. He podido leer y escuchar que se achacaba la imprudencia al hecho de que el paso elevado estuviera cerrado… Pero alguien desconocido (seguramente un vecino) apuntaba que se hizo para evitar que se produzcan suicidios, ¡qué manía tiene la gente por quitarse la vida arrojándose a la vía del tren! o que algunos gamberros aprovechen la altura para tirar petardos a los viajeros. Sea como fuere, la imprudencia colectiva ha causado uno de los accidentes ferroviarios más graves registrados en España.

De regreso de las revueltas reflexiones a que te habías entregado, echas para atrás la espalda y con gesto cansado me diriges una mirada interrogante.
– Tampoco yo lo entiendo —te digo, por decir algo—, pero lo cierto es que todos debemos de llevar un gen defectuoso que nos impulsa a jugarnos la vida cuando estamos aburridos de ella… Como si quisiéramos echarle un reto al tren que no puede ser otra cosa que un reto a la muerte.
– Un gen defectuoso… –Repites mis palabras como si las estuvieras masticando— Algo de eso debe de haber circulando en nuestra sangre, porque de otra manera no lo comprendo. ¿Te acuerdas de las imágenes que veíamos hace unos días de aquellos chicos que se tendían entre las vías y dejaban que el tren pasara sobre ellos?
– El mero recuerdo me sacude el cuerpo con un escalofrío y aunque sean episodios diferentes, distintos comportamientos humanos, no dejan de tener en común la apatía y hasta el desprecio por uno de los mayores cometidos que debiéramos tener: el de la salvaguarda de nuestra integridad y el respeto y la conmiseración por aquellos que sufren por nosotros cuando la perdemos.
Me pregunto si esas fotos que vimos reflejan un acto de valentía o de locura.






– ¿Te enteraste de que apenas 36 horas después de la tragedia de Castelldefels, una mujer cruzaba las vías por el mismo punto del accidente? —Tu comentario me recuerda la indignación que me asaltó cuando leí la noticia—.
– Sí. Y al ser reprendida por los vigilantes que le pidieron que se identificara dijo no saber que no se podía cruzar y se negó a facilitar su identificación…
– …Hasta que retenida por los vigilantes, tuvo que hacerlo ante los Mossos d’Esquadra… —remachas un tanto borde— Parece que los turistas que nos visitan conocen nuestras leyes y sus derechos mejor que nosotros.
– ¡Calla! Pues ya que estaba informada de no estar obligada a identificarse ante los vigilantes, se la debe de suponer al tanto también de que el artículo 64 de ley ferroviaria de Cataluña dispone que cruzar las vías fuera de los lugares habilitados es una infracción grave multada con entre 6.000 y 30.000 euros… Y ya que la ley lo dispone, que se aplique. Con todo su rigor. Porque debemos recordar además, que el desconocimiento de las leyes no nos exime de su cumplimiento y eso debe valer tanto para nosotros, como para nuestros visitantes… Que parece que antes de venir se leen hasta nuestra Constitución —confieso que lo he dicho con todas mis ganas; ojalá se llevara a la práctica, pero no lo tengo muy claro—.

Tuerces la boca en una mueca que no se cómo catalogar y te adentras de nuevo en un pozo de silencio del que sales unos minutos después con una sentencia firme.
– No hay nada que pueda justificar la insensatez de esas personas que cruzaron las vías. Ninguna verbena merece que le entreguemos nuestra vida a la muerte. Lo que aguardaba a toda esa gente al otro lado, no valía el dolor imperecedero de sus familias, que no dejarán de llorar mientras vivan. Guardemos, amigo mío, un minuto de silencio por toda esa gente que llora tanta estupidez y alegrémonos de que el tren no descarrilara originando una tragedia mayor.

Al instante cesan todos los murmullos de la gente que nos rodea, que incapaces de olvidarse de nosotros tras el golpe en la mesa, han seguido al punto lo que hablábamos y deciden sumarse a ese silencio implorante de que al fin, igual que algunos de nuestros genes mutan y emprenden una guerra contra ellos mismos, masacrándose, ese otro que ya debe de nacer defectuoso mute también y encienda al fin la mecha de la cordura, que ojalá explote un día que nosotros podamos ver y celebrar… En este café o en cualquier otro… Ante un café caliente o frío.
¡Qué más da, mientras seamos afortunados por poderlo contar!

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julio 1st, 2010 by Pascua

Confesiones inconfesables. Pecados imperdonables.

– El Papa ha hablado -me adviertes con tono ceremonial; solo ha faltado que dieras un golpe en el suelo con el bastón-.

Hace tiempo que lo que el Papa diga ya no es un tema que me interese o preocupe. Podría decir que he perdido la fe… Cuando menos en lo que concierne a aquel al que otorgo el compromiso y la responsabilidad de mantenerla viva. Nunca terminé de entender los asuntos de Dios, que imagino deben de ser precisos aunque no comprenda los intrincados vericuetos por los que discurren, pero desde luego ya no acepto el mensaje de quien investido de toda la autoridad cristiana, me parece trasnochado y distante de las verdaderas realidades que pueblan y llenan el mundo. La homosexualidad no es cristiana –como si este colectivo no pudiera adorar a Dios con igual denuedo–, el preservativo no es cristiano –pues dejemos que se propague el sida, que sí lo es–, la pederastia no es cristiana –¡desde luego que no!–… Bueno… Siempre que no sea un cura el que la practica…

Corroídos mis pensamientos por una rabia sorda, ni siquiera he reparado en que aguardas frente a mí.
– ¿Cómo? –De pronto bajo del cielo a la tierra para atenderte como mereces– Perdona. Estaba ausente.
– Pues yo te veo muy cercano…
Tu mordacidad no se me escapa, pero como la tengo merecida, la paso por alto y con un breve gesto te invito a que prosigas.
– Pues resulta que en su viaje a Portugal en Mayo pasado, en el mismo avión, dijo ante los reporteros que “Hoy las más grandes persecuciones a la Iglesia no vienen de fuera, sino de los pecados que hay dentro de la propia Iglesia”…
– ¿Y ha tardado 2000 años en darse cuenta? –Lo siento. No lo he podido evitar.— Porque descartados los pocos años en que realmente fueron perseguidos y hasta quemados en la hoguera, durante más de un milenio y medio han sido ellos los que se han servido de la fe, la ignorancia y el miedo de la gente para rentabilizar su negocio. Y como venganza ‘quemaron’, incluso literalmente, a quienes se interpusieron en su camino o representaron un peligro para sus pingües beneficios.

-¿Ya? ¿Puedo seguir? –Levantas una ceja en gesto interrogante, a juego con las preguntas–.
No denotas enfado sino, diría, un poco de morbosidad. Apostaría incluso a que la noticia del periódico llevó mi recuerdo a tu pensamiento y te indujo a comentármela tantos días después de que ya no sea noticia. El Papa se confiesa y el mundo no repara en ello. ¡Increíble! ¡Ni que pasara todos los días!

– Sí, Sí. –Y esbozo mi sonrisa más ingenua– Un sí por cada pregunta, para que no digas que dejé de contestarte a algo.
Parece que fueras a decir algo fuerte, no apto para menores, pero te lo piensas mejor y vuelves al periódico.
– El Papa dijo que “es aterrador cómo sufre la Iglesia por esos ataques y esos pecados”…
– ¡Pobre! ¿Y por qué dijo que sufre más… Por los ataques o por los pecados?
– Eso no lo concretó –con media sonrisa bailando en los labios–.
– ¡Vaya! Qué lastima… Ni el Arcángel San Gabriel hizo mejor anunciamiento… ¡Una vez que el Papa abre su alma, no ante Dios porque eso debe de hacerlo todos los días, sino ante los periodistas…! Esos pecadores que irán al infierno por su mala costumbre de chismorrearlo todo…
– Ja, ja, ja…
Te ríes durante un rato. Con abiertas y contagiosas carcajadas. Hace tanto que te conozco, que de no ser tu risa sincera, lo percibiría. Por eso dejo que te desahogues para que puedas proseguir.

Al fin te sosiegas, y con las lágrimas resbalando por tus mejillas, me miras fijamente y me lanzas un ataque.
– ¿Y sabes qué más dijo?
– No tengo ni idea, pero seguro que tú me lo dirás. –Porque el tema de conversación es contigo, que si no, ya hace rato que te habría dejado ‘a solas’ con tu periódico.- Porque me lo dirás, ¿No?
– ¡Naturalmente!
Detecto una cierta provocación en la afirmación rotunda.
– Benedicto XVI condenó de forma clara “a quienes acusan a los medios [de comunicación] de amplificar el escándalo”.

Benedicto XVI a bordo del avión
El País, 11/5/2010

– Esto sí que es nuevo. La clase periodística salvada, no por la campana, sino por el mismísimo Pontífice. Ahora ya puede dormir tranquila, porque sabe que no solo no irá al infierno, sino que tiene reservado un billete al cielo en vuelo de primera… Y con las mejores recomendaciones.

Aprietas salvajemente los labios, mientras en tu estómago se originan unas convulsiones que buscan desesperadamente la salida por el único sitio y en la forma en que espero que fluyan.
Al fin, incapaz de contenerla por más tiempo, estallas de nuevo en una sonora carcajada que tiene la virtud de lograr lo que no pudieron las anteriores. El perro, un estupendo ejemplar que dormitaba desde hacía rato, levanta sobresaltado la cabeza y con las orejas enhiestas te observa atentamente. Al fin, tranquilo porque no pasa nada grave, mueve contento la cola y se suma a la fiesta con unos sonoros ladridos que son respondidos en la lejanía por otros más apagados y frágiles, seguramente de uno de esos perritos de compañía que se pelan de frío si no los tienes en brazos. Siempre pensé que este animal tiene garganta de barítono.

Cuando al fin te calmas y recuperas por completo el control sobre tu hilaridad, cuando el can ha vuelto a desinteresarse nuevamente de nosotros y hasta el chucho que le acompañó en su concierto perruno se ha callado, tomas nuevamente el diario y vuelves a la carga. Mas en un sprint que me deja sorprendido, te lanzo la pregunta.
– ¿Y se puede saber cuál es el trasfondo de esas confesiones inconfesables?

Adoptas una actitud circunspecta, por lo que adivino que la cosa es seria.
– Los abusos sexuales perpetrados en menores por miembros de la Iglesia durante años… –Me dices–.
– Durante años en que eran un secreto a voces, que se acallaban a golpes de talonario. Que pagaba la Iglesia, por descontado. – Te respondo, no sin cierta cachaza–.
– Por supuesto –sin entrar al trapo–. Ha afirmado también que el perdón no sustituye a la justicia.
– Pero la Iglesia ha impedido que esa justicia pudiera recaer sobre los responsables de actos tan despreciables. ¿Será capaz algún fiscal o juez de sentar en el banquillo al Vaticano como cómplice necesario para esos delitos que no fueron conocidos ni juzgados? Echo de menos a Garzón. Él hubiera sido capaz.
– No hubiera podido. Piensa en que, además, la Iglesia es también un gobierno político con estado propio.
– ¿Y aquello de A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César? El undécimo mandamiento en las Tablas de la Ley, debiera ser ‘No gestionarás al tiempo la Fe y el Poder’… No sé yo, si Moisés no rompería en realidad las Tablas por ese mandamiento y por evitar conflictos futuros; debió ser un visionario y se percató de las ganancias que se podrían perder. Tenemos que averiguar quién fue el ideólogo que siglos después retomó el asunto para dejarlo todo atado y bien atado aquí abajo, por si no conseguían llegar allá arriba.
– Como teoría no está nada mal.
– Y a todo esto, ¿A qué iba el Papa a Portugal? ¿Tal vez a convertir a algunos herejes?
– Ja, ja, ja… Creo que me sería más fácil desvelarte los motivos Divinos, pero dijo que iba “como peregrino de Fátima” y por cierto que hizo también “una relectura del Tercer Secreto de Fátima”.
– Cuando no tenemos nada nuevo que decir, reinterpretamos lo viejo… ¡Ya me gustaría saber si ese secreto lo fue finalmente porque así lo quiso la Virgen o por expreso deseo de la curia, que se afanó en amordazar las lenguas de los pastorcillos, que como las de todos los niños, acostumbran a ser de tradicional inquietas!
– ¡Eso sólo Dios lo sabe!
– Y el Papa, no lo olvides. Porque todos los secretos del Cielo, pasan antes por el Vaticano y sólo de convenir a sus intereses, en cincuenta o cien años –o nunca– son desvelados. Pero a lo que nos ocupa… ¿Te parece que el Papa, con esas declaraciones sorprendentes, está por la labor de impedir que más menores sean mancillados por las sucias manos y las negras intenciones de religiosos sin escrúpulos? ¿Y lo hace más por conciencia o alarmado porque hasta una asociación de teólogos haya reclamado su dimisión? ¡Pedir la dimisión del Papa! ¡Si San Pedro y San Pablo levantaran la cabeza…!
– ¡Fíjate que el fiscal vaticano para la pedofilia reconoce 3000 casos en ocho años…!
– No sé qué me da más miedo, si esos casos conocidos de abusos en 8 años o que haya un fiscal del vaticano dedicado exclusivamente a la pederastia. Tenemos que llamar a Garzón. Creo que anda por La Haya.

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junio 1st, 2010 by Pascua

De mis soledades vengo… A mis soledades voy


– No necesitamos tanto de la ayuda de nuestros amigos como de la confianza en esa ayuda,
dijo Epicuro de Samos, filósofo griego que decidió nacer en esa época cuya cronología contamos al revés, por culpa del nacimiento del profeta precursor del cristianismo, en cuya fecha se parte en dos la Historia: antes de y después de.
Normalmente, salvo el vino, nada se escapa de los efectos nocivos de la antigüedad; sin embargo, 2.300 años después, el pensamiento sigue teniendo su vigencia para quienes en realidad nunca recurrimos a los amigos, pero a los que por contra, nos gusta saber predispuestos a ayudarnos si llega el caso. Eso nos relaja y tranquiliza dejándonos sobre la piel un suave roce de dicha, de la que la mayoría de las veces no somos conscientes.

– Quizás ha llegado el momento de dividir la Historia en tres partes: antes de, después de y del desencanto.«Año 1 del desencanto… No está mal. Seguramente se podrá encontrar una nomenclatura mejor, pero no más acorde con la realidad, para definir esta época nueva en la que algunas cosas no solamente no son como fueron antaño, sino que se mueven cuesta abajo, lanzadas a toda velocidad, sin la más mínima esperanza de recuperar aquella disposición a mantener las formas, los ideales y las costumbres.»

– ¿Tú piensas igual? -te pregunto, no tan sorprendido por tu afirmación anterior, que equivale a una cierta aquiescencia, sino por la gratificante impresión de haber encontrado un mirlo blanco, aunque esa sea la definición que por defecto te otorgo, cada vez que pienso en ti- ¿Crees que tanto hemos cambiado?

– ¡Por supuesto! ¿Acaso tú no? ¿No es eso lo que percibes cada día?

«Lo que percibo cada día, es una mayor sensación de arraigo en la soledad, y ese, siempre lo he pensado, es un buen sitio para visitar pero un mal lugar para residir».

Cierro los ojos y docenas de fotogramas archivados en mi memoria, se plasman tras mis retinas en fogonazos consecutivos que no hacen más que aumentar ese sentimiento de pérdida, inevitable a causa de los años transcurridos.

– Sí…
Y me entrego a un largo mutismo que tú sueles respetar siempre y que sé que esta vez tampoco profanarás.

El silencio es bello, cuando no hay nada que decir porque no hay nada que se pueda hacer.
Te enfrascas en la lectura del periódico, pero soy consciente de que la abandonarás para escucharme atentamente de nuevo, como haces siempre, cuando logre escapar de esta prisión momentánea, que tal vez haya sido hilvanada con más fibras de melancolía, que de reproche.

Jordi Estadella en una imagen del año 2000

– Se me mueren los amigos… -apenas un bisbiseo apagado de tristeza, basta para que dobles de nuevo el diario y te aprestes a escucharme otra vez- Ayer se me fue para siempre Jordi Estadella, a quien conocí en una visita que me hizo en mi propia casa, cuando yo no era más que un adolescente imberbe; en aquella visita, me dijo y me hizo pensar de verdad en que yo era realmente bueno en algo, y ese fue el inicio de una pequeña relación profesional… Y años atrás, murió Pedro Heredia, responsable de la promoción de una discográfica importante (más entonces que ahora), guionista en Radio España de Barcelona y que tanto me enseñó cuando me permitió acercarme a un mundo desconocido, que al correr del tiempo me dejó a las puertas de la radio a la que he consagrado media vida.

La sensación de soledad se me hace más angustiosa, no ya por la posible cercanía de un acontecimiento igual, sino por el abandono de aquellos que finalmente deciden desertar de este escenario, que abandonan cuando ya casi nadie les recuerda.
Somos flores agostadas en un jarrón que ya nadie mira, porque nada decora.

– ¿No estás cayendo en la autocompasión?

– Prefiero ser presa de la autocompasión que de la autocomplacencia. En cualquier caso, quizás sea prisionero de la tristeza, hermana gemela de la soledad, que viajan siempre juntas y con un equipaje abundante, porque iniciado el recorrido nunca saben cuándo regresarán.

– Te invito a un café.

La propuesta hace que libere mi mente de las mordeduras de la nostalgia y me apreste a aceptar, como única forma eficaz por el momento de abandonar un tren donde quisiera no haber subido y que acabará por despeñarse por el precipicio conmigo dentro.

– Acepto tu invitación.
«…De todas formas, no es posible cambiar nada. No está en las manos de las personas revertir las actitudes de los demás; somos todos y cada uno de nosotros quienes debemos ver todas esas cosas que nos acercan o separan del resto y adoptar la decisión elegida que siempre creeremos la mejor; mas, aunque lo mejor para nosotros no siempre lo sea para los demás, el sendero de la paradoja, que venimos transitando desde hace milenios, no deja de tener sorpresas desconocidas en cada recodo al que nos asomamos. ¡Quién sabe!»

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mayo 1st, 2010 by Pascua

¿Es siempre justa la Ley?

No puedo estar más de acuerdo contigo.
Todo lo que me cuentas no hace sino afirmarme en la idea de que nuestros políticos, han olvidado el motivo por el que fueron aupados hasta el sillón que calientan cada día y del que no se levantan, como no sea para criticar a sus oponentes sin hacer de paso una crítica para sí mismos.

– No sé de qué te sorprendes, –me llama poderosamente la atención tu gesto harto expresivo que indica una percepción desconocida- ya que no debería ser nuevo para ti que yo esté en general, de acuerdo con las ideas que compartimos y aunque es verdad que a veces me sacas de mis casillas, en el fondo siento una gran satisfacción por encontrar en ti el oponente perfecto para una conversación en la que no prime el Pensamiento Único publicado por Ramonet.

Ya he captado toda tu atención. Lo sé porque has dejado de moverte con ese gesto tan tuyo, consistente en balancearte sobre tus zapatos al tiempo que estrujas los dedos de tus manos fuertemente apretadas.

Te quedas a la espera de que prosiga, pero no será por mucho tiempo.

– Desde la entrada en funcionamiento en muchas ciudades del vehículo oficial de la guardia urbana equipado con cámaras fotográficas, un colectivo de personas en particular (además de la población en general) ha sido perjudicado en gran medida: el de los conductores discapacitados físicos, ya que al no tener en su vida diaria otro modo de desplazamiento mejor que el automóvil, se ven en la obligación de ir con él a todos los lugares en que se desenvuelven.

– ¡Y a casa porque no cabe en el ascensor…!

Sonrío ante la ocurrencia de tu comentario, porque sé que no has querido hacer un chiste fácil, sino expresar una gran y triste realidad: que hay personas que no pueden despegarse del asiento del conductor, si quieren disfrutar mínimamente de una vida bastante complicada en sus circunstancias.

– Van al colegio cuatro veces cada día para llevar y traer a sus hijos, compran el pan, la carne, el pescado, la fruta,… Y en definitiva, no hay un solo lugar al que no deban acudir a bordo de su coche. –El conato de nerviosismo que te abordó tras tu comentario anterior parece que te ha abandonado y para no permitir que regrese, prosigo con aire distraído.- Y, naturalmente, como lo que más les cuesta es caminar, se ven obligados a dejar el vehículo lo más cerca posible del establecimiento al que acuden, “abandonándolo” momentáneamente para poder realizar aquello para lo que se desplazaron a ese lugar.

– Como es lógico, siempre dejan el automóvil identificado con la tarjeta de aparcamiento para discapacitados y con las luces intermitentes de emergencia encendidas, ya que, como nunca encuentran una plaza de aparcamiento libre cuando la necesitan, no hay otra solución que dejarlo en doble fila, pisando un paso de peatones,…

– Después vendrá la odisea de subir de la calzada a la acera, si es que pueden encontrar entre los vehículos estacionados un hueco lo bastante amplio como para pasar entre ellos… Especialmente si van en silla de ruedas y siempre que las motos en la acera no formen una barrera más compacta que la de los coches…

«No lo puedo evitar: cada día estoy más satisfecho de que un día, hace tanto, se cruzaran nuestros caminos…», pienso mientras vuelvo a responderte con una sonrisa y me pregunto con quién podría hablar como lo hago contigo.

– ¿Son entonces los discapacitados unos infractores contumaces?
En realidad es una pregunta retórica que me hago a mí mismo, aunque parece que la esperabas porque sueltas, con una celeridad que me provoca un respingo, la idea que hierve en tu cerebro.

– ¡NOOO! Son personas con grandes dificultades para moverse y para aparcar cerca de su destino el objeto en el que se trasladan y que no pueden guardar en su bolsillo…

Y es entonces cuando espero que, ahora sí, hagas el chiste, cuando vuelves a reafirmarme mi absoluta simpatía por ti.

– Si ante esa infracción actuara un agente municipal a pie, al extender la sanción se tendría que acercar al coche y podría apreciar la tarjeta de aparcamiento y comprender que no está allí por el abandono o desidia de su conductor… Mas, como los ayuntamientos han provisto a sus policías con los medios más sofisticados que hoy permite la tecnología, ahora la sanción viene precedida por una foto tomada desde un automóvil en marcha, con dos agentes en su interior que no se bajan del mismo (¡Para qué! Si van tan cómodamente dentro…) y que por lo tanto, no perciben ese detalle expuesto en el salpicadero.

– ¡Cierto! Y figúrate que al retornar al vehículo, su propietario ni siquiera sabe que ha sido multado. Recibida la notificación, sólo le restan dos opciones: pagar o recurrir. Pero como no podría pagar todas las multas expedidas en un año, presenta el recurso. Ahora bien, ¿cuántos deberá interponer en su vida? ¿Y qué pasa si, pese a todo, la infracción es considerada “Grave” o “Muy grave” y se da traslado a la Jefatura de Tráfico tras desestimarlo…?

– ¡Pues que además de acabar pagando podrá perder puntos de un permiso conducir que le posibilita moverse por el mundo sin ataduras! Es legal, pero… ¿Es justo?

Esa es la pregunta. ¿Es siempre justa la Ley? Pero vuelve a ser una pregunta retórica, ya que no espera respuesta, aunque está bien plantearla.

– Quizás deban pensar en hacer sus compras en otras ciudades donde no circulen esos coches con cámaras y aún puedan confiar en la comprensión del policía que se desplaza a pie… Pero aún queda el asunto de los colegios para quienes tienen hijos: ¿Les dejarán que vayan y vengan solos?
Es de suponer que deberán seguir arriesgándose cada día.

– No sé qué pensarás tú al respecto –me miras fijamente, muy serio- pero pese a todo lo expuesto, creo firmemente que las policías locales deberían ser más tolerantes con sus ciudadanos discapacitados…

– Pues, pienso… -demoro la respuesta para observarte atentamente mientras pongo un poco de orden en la canana repleta, no de balas sino de palabras, que pugna por vaciarse haciendo salir atropelladamente de mi garganta una queja que no llegará a ninguna parte- Pienso que parece razonable pedir que se proceda de manera sistemática por parte de las policías locales (antes de la emisión de la sanción), a verificar si la matrícula del vehículo infractor captada en la foto se corresponde con la de alguno que previamente haya sido registrado a nombre de una persona con discapacidad, ya que ese es uno de los primeros trámites que se realizan al comprar el coche, al incidir de forma directa en la exención del impuesto de circulación y matriculación del mismo.

Me tomo un minuto para dar un largo trago del agua fría que llena mi vaso, mientras pienso en qué estará más fría: el agua o la conciencia de algunas personas. Al fin y al cabo, quien activa la cámara, quien busca los datos de la matrícula pero no busca los datos que caracterizan de manera unívoca al conductor, quien desestima el recurso y notifica a Tráfico una falta grave o muy grave, quien podría haber evitado todo eso porque al fin y al cabo solo fue un coche en doble fila que no molestó a nadie, que no impidió la salida o circulación de nadie y que permitió a su conductor andar menos de lo que hubiera podido… ¿No es una persona?

Dejo el vaso sobre la mesilla y por el rabillo del ojo percibo tu paciente espera ante lo que sabes que todavía tengo que decir.

– Si se hiciera eso, se conseguiría evitar a los conductores discapacitados los permanentes recursos a las sanciones por esos motivos. A fin de cuentas, si la tecnología vale para sancionar, también debería servir para evitar molestias y angustias. Y si ya existe un censo de personas con discapacidad, no parece difícil, cruzando los datos, saber que el infractor es un integrante de ese colectivo. A partir de ahí, bastará razonar si la sanción es merecida o no.

– Y no pretendo que se perdone no respetar un semáforo rojo, stop, paso de peatones,… Mientras se circula. Esas conductas deben ser sancionadas y, si proceden, incluso con la retirada del permiso de conducir. Al hacer esta reflexión, pienso en esos ciudadanos que realizan estacionamientos prohibidos por la ley pero obligados por unas circunstancias físicas irremediables…

– ¡Venga! Te invito a comer.
Yo conduzco…, Tú aparcas.

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abril 1st, 2010 by Pascua